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miércoles, 1 de agosto de 2007

La gran estafa a la cubana


Elides J. Rojas L. //

La Cuba roja, en su larga historia de fraudes, consiguió su venaíto ideal
La estafa es todo un arte. Un estafador de alto vuelo nunca llegará a las Grandes Ligas si se aferra a la acción individual. La estafa de alta competencia, que puede ser continuada o de un solo gran golpe, requiere de un líder y del mejor equipo de expertos disponible en el mercado.
Ir más allá del cheque falso, del paquete chileno o de la engañifa marginal requiere de inteligencia, coordinación, simulación, propaganda, pequeñas estafas que sustentan la estafa principal, disfraces, discursos, oficinas falsas, utilería en general. Pero, fundamentalmente, necesita de un venaíto suelto. Estafador, carnada y venaíto conforman el trilogía inseparable.
La historia registra grandes organizaciones dedicadas a ganarse unos reales con la vieja técnica de echar tierra en los ojos al venado desprevenido. Pero, una de las estructuras del engaño mejor montadas y más rentables no es de carácter privada. Es, más bien, de Estado, pública.
Casi 50 años de exitoso desempeño convierten a Fidel Castro y a Cuba en la organización líder, de gran solidez, imbatible en estrategia y de mayor prestigio en materia de meterle la mano en los bolsillos al más bravo a cambio de paja y más paja revolucionaria.
No hay que recorrer mucho la historia. A la URSS, Nicaragua, Chile y muchos países africanos, por ejemplo, les ha tocado pasar por taquilla.
Pero es Venezuela la estrella actual, el principal proveedor y es un venaito ideal. Tiene mucho billete.
Decía Fidel Castro en 2005 que los acuerdos con Venezuela son tantos y tan provechosos que ya alcanzaban para ese año ingresos para Cuba por unos tres mil millones de dólares y eran la prueba de una verdadera integración y solidaridad socialista.
El discurso es parte de la estafa. También la jaladera de mecate. Pero eso es lo único que recibe el venaíto a cambio, pues en la práctica donde los cubanos se aplican lo que queda es fracaso y ruina. Salvo en espionaje, represión y fórmulas para mantenerse eternamente en el poder, son absolutamente malos. Mediocridad pareja.
Hay en Venezuela más de ocho mil entrenadores cubanos chupando de lo lindo. Resultado: cada vez somos más malos en todos los deportes donde los castristas nos enseñan. El país está regado de expertos cubanos en cultivo de caña y producción de azúcar. Resultado: no hay azúcar ni centrales. Los cubanos asesoran en construcción de viviendas, políticas agrícolas, genética, petróleo, energía eléctrica, medicina y salud, educación y hasta ganadería. Resultado: No hay casas ni carne. Y tenemos que comprar todo en el exterior con los dólares que manda Bush. Aquí no hay ni caraotas criollas. Apenas, si acaso, unos bombillos enrrollados piratas traídos por Cuba desde Asia.
El socialismo castrista es la escuela del timo moderno. Son los líderes. ¿Y el venaíto? Por lo pronto está seguro.
erojas@eluniversal.com

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