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martes, 18 de septiembre de 2007

Abstencion con plan B


Bajo el título “Boicot de distribución”, el Diario Tal Cual denunció esta mañana, en su sitio web, que “un problema de información con la empresa distribuidora de TalCual impreso ocasionó la paralización en la colocación del diario en sus habituales puntos de venta. La situación comenzará este martes y hasta nuevo aviso, por lo que los lectores podrán acceder a la edición completa por esta vía, hasta que se solvente lel inconveniente”.

Votar o no votar no es una decisión existencial, como la del famoso dilema hamletiano. No es una cuestión de principios ni de dogmas.

Es, lisa y llanamente, una postura táctica, una decisión que depende de la coyuntura política concreta que se esté atravesando. Nuestra historia y la de otros está cargada de ejemplos al respecto. Recordémoslos de nuevo. En 1952, la oposición "legal", constituida por URD, con el respaldo del ilegalizado PCV, y por Copei, llamó a participar activamente en las elecciones para la Asamblea Constituyente convocadas por el perezjimenismo.AD, después de una inicial postura abstencionista, terminó sumándose al "participacionismo".

El resultado fue una clamorosa victoria de la tarjeta amarilla de URD. La decisión había sido correcta. La intrínseca debilidad del régimen militar quedó al desnudo, pero la oposición no estaba preparada para lo que vino: un nuevo golpe de Estado, el del 2 de diciembre de 1952, que desconoció el resultado electoral, e instaló abiertamente la dictadura de Pérez Jiménez, "en nombre de la FAN".

Cinco años después, para diciembre de 1957, ante el plebiscito convocado por el dictador, la oposición, que ya estaba unificada en la Junta Patriótica, llamó a no votar. La coyuntura política era distinta, comenzaba el auge popular, después de años de apatía, y la decisión fue tan acertada que el plebiscito fue un fracaso, el pueblo caraqueño comenzó a alzarse, la FAN se dividió y mes y medio después la dictadura había sido barrida.

En Perú, cuando Fujimori planteó su segunda reelección, Alejandro Toledo decidió participar, aun a conciencia del fraude que todo el mundo avizoraba.

Movilizó al país, y ante el fraude, con base en el movimiento popular que había creado durante la campaña electoral, cogió la calle; se creó la crisis y cuando Fujimori convocó a nuevas elecciones, la decisión de Toledo, esta vez, fue la abstención. La crisis se profundizó y pocas semanas después "el Chino" había sido desalojado del poder.

La conclusión se cae por su propio peso: se vota o no se vota dependiendo de las condiciones concretas en que deba tomarse la decisión. No es cosa de principios sino de eficiencia política. En los ejemplos que hemos utilizado, las mismas fuerzas políticas que actuaron en ambas situaciones, utilizaron, porque las condiciones eran diferentes, tácticas distintas. Por lo general, cuando se cuenta con un plan alternativo a no votar, que sea viable, lo aconsejable es, precisamente, abstenerse. Cuando no se cuenta con este, ni se ven posibilidades de estructurarlo, porque la coyuntura es completamente desfavorable, lo aconsejable es votar.

De modo que para decidir qué hacer, lo sensato es asomarse a ambas opciones desprejuiciadamente, sin posturas dogmáticas y examinar realistamente las condiciones en que se actúa, sin confundir los propios deseos con la realidad. No se trata de una cuestión moral o ética sino de táctica política. Para decidir habría que responderse una pregunta sencilla:
¿Cuál es nuestra situación concreta?
Votar o no votar no es una decisión existencial, como la del famoso dilema hamletiano. No es una cuestión de principios ni de dogmas.

Es, lisa y llanamente, una postura táctica, una decisión que depende de la coyuntura política concreta que se esté atravesando. Nuestra historia y la de otros está cargada de ejemplos al respecto. Recordémoslos de nuevo. En 1952, la oposición "legal", constituida por URD, con el respaldo del ilegalizado PCV, y por Copei, llamó a participar activamente en las elecciones para la Asamblea Constituyente convocadas por el perezjimenismo.AD, después de una inicial postura abstencionista, terminó sumándose al "participacionismo".

El resultado fue una clamorosa victoria de la tarjeta amarilla de URD. La decisión había sido correcta. La intrínseca debilidad del régimen militar quedó al desnudo, pero la oposición no estaba preparada para lo que vino: un nuevo golpe de Estado, el del 2 de diciembre de 1952, que desconoció el resultado electoral, e instaló abiertamente la dictadura de Pérez Jiménez, "en nombre de la FAN".

Cinco años después, para diciembre de 1957, ante el plebiscito convocado por el dictador, la oposición, que ya estaba unificada en la Junta Patriótica, llamó a no votar. La coyuntura política era distinta, comenzaba el auge popular, después de años de apatía, y la decisión fue tan acertada que el plebiscito fue un fracaso, el pueblo caraqueño comenzó a alzarse, la FAN se dividió y mes y medio después la dictadura había sido barrida.

En Perú, cuando Fujimori planteó su segunda reelección, Alejandro Toledo decidió participar, aun a conciencia del fraude que todo el mundo avizoraba.

Movilizó al país, y ante el fraude, con base en el movimiento popular que había creado durante la campaña electoral, cogió la calle; se creó la crisis y cuando Fujimori convocó a nuevas elecciones, la decisión de Toledo, esta vez, fue la abstención. La crisis se profundizó y pocas semanas después "el Chino" había sido desalojado del poder.

La conclusión se cae por su propio peso: se vota o no se vota dependiendo de las condiciones concretas en que deba tomarse la decisión. No es cosa de principios sino de eficiencia política. En los ejemplos que hemos utilizado, las mismas fuerzas políticas que actuaron en ambas situaciones, utilizaron, porque las condiciones eran diferentes, tácticas distintas. Por lo general, cuando se cuenta con un plan alternativo a no votar, que sea viable, lo aconsejable es, precisamente, abstenerse. Cuando no se cuenta con este, ni se ven posibilidades de estructurarlo, porque la coyuntura es completamente desfavorable, lo aconsejable es votar.

De modo que para decidir qué hacer, lo sensato es asomarse a ambas opciones desprejuiciadamente, sin posturas dogmáticas y examinar realistamente las condiciones en que se actúa, sin confundir los propios deseos con la realidad. No se trata de una cuestión moral o ética sino de táctica política. Para decidir habría que responderse una pregunta sencilla:
¿Cuál es nuestra situación concreta?

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miércoles, 1 de agosto de 2007

La gran estafa a la cubana


Elides J. Rojas L. //

La Cuba roja, en su larga historia de fraudes, consiguió su venaíto ideal
La estafa es todo un arte. Un estafador de alto vuelo nunca llegará a las Grandes Ligas si se aferra a la acción individual. La estafa de alta competencia, que puede ser continuada o de un solo gran golpe, requiere de un líder y del mejor equipo de expertos disponible en el mercado.
Ir más allá del cheque falso, del paquete chileno o de la engañifa marginal requiere de inteligencia, coordinación, simulación, propaganda, pequeñas estafas que sustentan la estafa principal, disfraces, discursos, oficinas falsas, utilería en general. Pero, fundamentalmente, necesita de un venaíto suelto. Estafador, carnada y venaíto conforman el trilogía inseparable.
La historia registra grandes organizaciones dedicadas a ganarse unos reales con la vieja técnica de echar tierra en los ojos al venado desprevenido. Pero, una de las estructuras del engaño mejor montadas y más rentables no es de carácter privada. Es, más bien, de Estado, pública.
Casi 50 años de exitoso desempeño convierten a Fidel Castro y a Cuba en la organización líder, de gran solidez, imbatible en estrategia y de mayor prestigio en materia de meterle la mano en los bolsillos al más bravo a cambio de paja y más paja revolucionaria.
No hay que recorrer mucho la historia. A la URSS, Nicaragua, Chile y muchos países africanos, por ejemplo, les ha tocado pasar por taquilla.
Pero es Venezuela la estrella actual, el principal proveedor y es un venaito ideal. Tiene mucho billete.
Decía Fidel Castro en 2005 que los acuerdos con Venezuela son tantos y tan provechosos que ya alcanzaban para ese año ingresos para Cuba por unos tres mil millones de dólares y eran la prueba de una verdadera integración y solidaridad socialista.
El discurso es parte de la estafa. También la jaladera de mecate. Pero eso es lo único que recibe el venaíto a cambio, pues en la práctica donde los cubanos se aplican lo que queda es fracaso y ruina. Salvo en espionaje, represión y fórmulas para mantenerse eternamente en el poder, son absolutamente malos. Mediocridad pareja.
Hay en Venezuela más de ocho mil entrenadores cubanos chupando de lo lindo. Resultado: cada vez somos más malos en todos los deportes donde los castristas nos enseñan. El país está regado de expertos cubanos en cultivo de caña y producción de azúcar. Resultado: no hay azúcar ni centrales. Los cubanos asesoran en construcción de viviendas, políticas agrícolas, genética, petróleo, energía eléctrica, medicina y salud, educación y hasta ganadería. Resultado: No hay casas ni carne. Y tenemos que comprar todo en el exterior con los dólares que manda Bush. Aquí no hay ni caraotas criollas. Apenas, si acaso, unos bombillos enrrollados piratas traídos por Cuba desde Asia.
El socialismo castrista es la escuela del timo moderno. Son los líderes. ¿Y el venaíto? Por lo pronto está seguro.
erojas@eluniversal.com

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domingo, 24 de junio de 2007

El voto electrónico mina la confianza en la democracia



EMILI J. BLASCO CORRESPONSAL
LONDRES. El voto electrónico puede acabar imponiéndose en los procesos electorales, pero a condición de que mejore sustancialmente su actual desarrollo y siempre que, por el camino, no haya minado tanto la confianza en el sistema de democrático que la abstención y las sombras de corrupción acaben cuestionando la misma democracia.
Estas son las conclusiones de un informe elaborado por Open Rights Group, una institución que ha analizado el gran fiasco registrado en las elecciones celebradas el pasado mes de mayo en el Reino Unido. En esos comicios municipales en Inglaterra y Escocia, y regionales en esta última región y Gales, se ensayaron diversos procedimientos de voto electrónico que motivaron el caos en el recuento.
Especiales problemas crearon las máquinas que debían contar papeletas en las que los electores señalaban diversas opciones: más de 100.000 quedaron inservibles al ser dañadas en el proceso.
En espera de que la Comisión Electoral extraiga sus propias conclusiones a partir de la investigación que aún está realizando, el Open Rights Group reclama que se paralice cualquier otro ensayo. En su opinión, las deficiencias que aún muestra el voto electrónico no hacen más que dañar a la democracia misma.
El informe advierte que el «e-voting» aún no es suficientemente fiable. La principal objeción es que supone una especie de «caja negra» que impide a los electores tener la evidencia de cómo los votos son guardados y contados, lo que arroja sospechas sobre «errores y fraudes». El estudio critica la fata de un sistema lo suficientemente riguroso de certificación que asegure que tanto el «hardware» como el «software» que se utiliza está libre de vulnerabilidades y es capaz de garantizar la integridad del proceso.
Asegurar la fiabilidad
Para Open Rights Group, ignorar estas deficiencias y seguir adelante con fallidos experimentos en próximas elecciones no hará más que «socavar la confianza» en la democracia. El grupo propone que se invierta una atención prioritaria en asegurar la fiabilidad de sistemas que permitan el voto desde casa, de forma que de entrada se pueda garantizar el voto de personas mayores y enfermas que no pueden acudir a los colegios electorales a votar manualmente.
Además, indica que «la significativa falta de acuerdo» entre los especialistas en informática sobre la fiabilidad del voto por internet o a través del móvil debe llevar a «una considerable investigación académica y a un amplio debate antes de que deban tenerse en cuenta nuevos ensayos sobre voto electrónico».

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