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miércoles, 7 de noviembre de 2007

Un batazo en la verruga


Chávez ordenó el domingo la creación de los Batallones Socialistas y amenazó con entrarle a “batasos” (con “s”) a quienes se oponen a la reforma constitucional. Aunque dijo estar esperando nuevas traiciones, no imaginaba el fanfarrón Jefe del Estado que apenas al día siguiente recibiría el soberano batazo (esta vez con “z”) que a punta de sólidos argumentos le propinó el general en jefe Raúl Isaías Baduel.
MARIO VILLEGAS
El Mundo
De la boca para afuera, el alto gobierno ha pretendido restar importancia al pronunciamiento que acaba de hacer el ex ministro de la Defensa en contra de la reforma constitucional, pero su nerviosa reacción terminó por delatarlos. La puesta en escena no ha podido ser peor: con un desbarajustado Jorge Rodríguez al frente, salió toda una obediente y carilarga plana mayor chavista a despotricar y descalificar a este general trisoleado que sólo se atrevió a decir sus verdades conforme se lo garantiza la Constitución. Qué rápido se les olvidó que fue Maracay, atrincherada bajo el mando de Baduel, la que lideró el restablecimiento de esa misma Carta Magna que Pedro Carmona quiso derogar e hizo posible la restitución de este Presidente que ahora lo acusa de traidor por emitir una opinión discrepante.

La reacción chavista incluyó un segundo capítulo, en el que por la tarde tomaron parte los también trisoleados Jorge García Carneiro y Orlando Maniglia (el primero superagresivo, quien dijo repudiar a Baduel, y el segundo tan cantinflérico que no logró reconstruir qué fue lo que dijo) y en la noche Alberto Müller Rojas, convenientemente sacado de las catacumbas a las que lo había confinado una divergencia declarativa con el presidente Chávez. Por supuesto, el capítulo estelar lo protagonizó el propio Jefe del Estado, quien telefoneó al programa en el que entrevistaban a Müller Rojas y hasta le pidió consejos al viejo general ex lusinchista, quien no perdió ocasión para recomendarle que se tome un reposo y actúe con menor impulsividad.

Chávez, como era de esperarse, llamó traidor a Baduel, arrojó sombras sobre la conducta personal de éste en febrero y noviembre de 1992, durante sus golpes de Estado y a los cuales el ahora general en jefe no se sumó, y restó méritos al determinante papel que el hombre jugó en abril de 2002. Como es su costumbre, el mandatario intrigó acerca de las motivaciones innobles e inmorales que estarían detrás de la oposición manifestada por su ex hermano del alma a la reforma constitucional.

Conclusión: cada ladrón juzga por su condición.

No hay disimulo que pueda esconder el fuerte impacto que ha tenido en el país, y especialmente en el oficialismo, la muy razonada posición asumida por el general Baduel, a quien no conozco personalmente pero siempre me ha inspirado sumo respeto.

Su convocatoria a luchar contra la reforma y a votar contra ella refuerza la tesis de quienes, claramente y sin dobleces, venimos diciendo que ésta es la oportunidad de derrotar electoralmente a la prepotencia y la autocracia con el voto masivo de un país que quiere bienestar y justicia social, convivencia democrática y estabilidad política, por la vía de la no violencia y el respeto a la opinión ajena.

Aunque mentes afiebradas comienzan a sembrar sospechas sobre la presunta trampa que estaría armando el Gobierno en acuerdo con Baduel, yo no tengo dudas de la sinceridad de los planteamientos que ha hecho el ex ministro ni de la excelente ocasión en que los ha expuesto. Ni el extremismo gobiernero ni el de los comencandelas de la derecha cortoplacista pueden atenuar el enorme efecto que ha tenido y tendrá en el proceso referendario el trascendental protagonismo que acaba de asumir el general Baduel al arrebatarle al Líder Supremo el bate de Sammy Sosa y darle un tablazo en plena verruga presidencial.

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