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jueves, 1 de noviembre de 2007

Moralmente inaceptable


Mercedes Pulido. Notitarde, Valencia
La escasez de alimentos y bienes en los países socialistas era el instrumento para tener a la gente sometida y evitar que pensara. Por otra parte, la ausencia de incentivos y la excesiva centralización del Estado fueron ahorcando la capacidad de producir.
El "pueblo" tenia que sacrificarse por el hombre nuevo. Pero, la realidad nazista no fue diferente, al punto que Hitler perdiendo la guerra consideraba al "pueblo" ya destrozado, responsable de no haber luchado hasta la muerte.
En un país de ingresos multimillonarios durante ocho años de gobierno, no se puede justificar las innumerables colas para encontrar leche, azúcar, aceite y ahora el pan. Tenemos entonces que preguntarnos ¿Qué ingresos tendría que tener Venezuela para vivir normalmente? Es ineficiencia u objetivo programado que a la escasez de cualquier producto se inventa una regulación o un supuesto saboteo; ante las dificultades del excesivo gasto publico y discrecional se decreta un impuesto a las transacciones bancarias aun cuando el barril petrolero ronda los 93 dólares; a pesar de que las importaciones oscilan por encima de los 45 mil millones de dólares, al pan hay que añadirle cereales o maíz para hacer posible su existencia; a la ineficiencia en ejecutar soluciones se decreta una "misión" -ya van 38- y así se destruyen paulatinamente las instituciones para construir un poder paralelo. La propuesta de reforma se mercadea bajo la promesa de dar mayor poder al pueblo.
Y decimos se mercadea porque va endulzada con ofertas puntuales como la reducción de la jornada laboral o la seguridad social para los trabajadores independientes, o lo que se convierte en el eje clave, la explosión del poder comunal, de los consejos laborales, de las milicias y por supuesto del Partido Unico.
La Asamblea Nacional eufóricamente aumenta el inventario del articulado lo que se traduce en una imposición turbia y desconocida. Detrás de la oferta está el verdadero objetivo: la concentración del poder presidencial ductor de un estado totalitario. La intencionalidad está clara: solo pensar en si mismo como poder absoluto y sentirse exento de la crítica moral. Para muestra basta un botón: el cacareado Poder Popular queda sometido al Poder Ejecutivo, se pulveriza el poder del voto popular pues los gobernantes electos estarán bajo la discrecionalidad de los vicepresidentes designados por el Presidente de la República.
La propuesta es moralmente inaceptable porque esto es un engaño y un chantaje. Al excluir a los sectores sociales, políticos, económicos y culturales que no estén de acuerdo con el país que se impone, se limitan tanto las libertades como los derechos humanos, se diluye la nación incluyente y se crean súbditos. La velocidad infundida a la Reforma (nueva constitución) en este caso más que eficiencia, es viveza.

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