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martes, 23 de octubre de 2007

De la moral, la leche y la carne


Roberto Giusti //
"El hombre nuevo se transmuta en hombre domeñado, en siervo del sistema y en un holgazán"
El proyecto de reforma que pretende imponer Chávez no sólo es "moralmente inaceptable" por las razones expuestas en el documento de los obispos (vulnera derechos fundamentales y pone en peligro la libertad y la convivencia social), sino por otras más que señalamos a continuación.
En primer lugar la intención de utilizar los métodos democráticos para liquidar la democracia, (un referéndum para perpetuarse en un poder omnímodo) habla de una mente desprovista de la menor traza de escrúpulos a la hora de pasar por encima de cualquier consideración sobre la naturaleza de lo que hace (el engaño y la transformación de un principio liberador como la voluntad popular en instrumento de opresión) siempre y cuando se logre el objetivo propuesto.
Luego está la grosera manipulación del debate sobre la pretendida reforma, de manera que temas cardinales como el de la reelección presidencial indefinida, del cual se derivan los demás, quedan sepultados en la verborragia y la estulticia de unos legisladores que, con las honrosas excepciones de Podemos, exhiben ante el país su adocenamiento, su manifiesta incapacidad y la más abyecta de las sujeciones al diktat del capataz que los arrea. Así, engañan al más vulnerable sector de la sociedad, por desinformado, dispuesto a votar un proyecto cuyas consecuencias desconoce en los fundamental.
Pero no se trata sólo del engaño, sino de la forma cómo se rebaja la condición humana, chantajeando a los más pobres con el poder de la dádiva y la creación de un gigantesco sistema clientelar que entrega migajas (un paquete de leche en polvo luego de seis horas de cola o una beca de 100 mil bolívares) a cambio del sometimiento y la entrega sin reservas.
El hombre nuevo se transmuta así en el hombre domeñado, uniformado, convertido en siervo del sistema, en un holgazán que le entrega el alma al diablo a cambio de la mesada que le permite sobrevivir sin trabajar. Y si eso no es "moralmente inaceptable", aunque no deje de resultar sabroso, entonces es que no hay nada en el mundo que pueda serlo.
La respuesta al documento de los obispos, acusándolos de "sinvergüenzas" y de haberse "alineado con el golpe" parece más bien un acto de hipocresía por parte de quien le debe todo lo que es y todo lo que tiene precisamente a un golpe de estado, donde murieron decenas de venezolanos, lo cual retrata un fenotipo carente de cualquier sentido de lo moral.
Sólo que las consecuencias de esta gigantesca farsa podrán sentirse muy pronto, en caso de aprobarse la reforma, porque la parte del país que vote por ella comenzará a resentir, en carne propia, los efectos del escamoteo. Y no de principios intangibles e inasibles, sino de derechos vinculados a cosas tan pedestres como la leche o la carne.
rgiusti@eluniversal.com

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