Riqueza y realidad
El Editorial
Los precios petroleros
Riqueza y realidad
Una de las tantas sinrazones de la política venezolana está profundamente enraizada en la manera como se comportan los precios del petróleo a escala internacional. Si bajan nos volvemos partidarios del Estado feroz recaudador de impuestos, haciendo énfasis en cobrar más por la gasolina y en el impuesto al cheque; si se mantiene estables entonces nos ahogamos en un mar de especulaciones sobre lo que haremos para impulsar los precios; y si llegamos al éxtasis actual, pues nos comportamos como pobres que han recibido de repente una exorbitante herencia, a repartir entre nuestros hermanos, los nuevos amigos y los pobres cercanos a nosotros.
Se trata de disfrutar y derrochar, en este último caso, aquello que no se ha trabajado con esfuerzo y constancia, ni mucho menos con el sentido de invertir, producir y cosechar. Pero lo "fatal inesperado" de la riqueza petrolera no consiste en su abundancia: en verdad sus efectos perversos nada tienen que ver con el alza de los precios, sino que están íntimamente ligados a su capacidad de crear ilusiones colectivas de riqueza, no sólo entre la gente común sino entre los mandatarios.
A menudo, estos efectos pueden parangonarse con aquellos que producen los alucinógenos en tanto son capaces de alterar la percepción de la realidad y de crear una falsa ilusión de dominio permanente sobre las cuestiones objetivas. No pocas veces hemos sufrido los venezolanos los efectos perversos que los precios del petróleo ejercen sobre nuestros presidentes. Casi siempre tienden a crear en ellos las falsas perspectivas de que se puede construir un mundo mejor si, desde Venezuela, se da un ejemplo de generosidad.
Pero como la generosidad debería entrar por la puerta principal de nuestra casa, entonces es imperativo crear un modelo eficiente de repartición de esa riqueza que no consiste, como es obvio, en hacer lo que padecemos hoy. Esto es urgente, aunque contradictoriamente, sólo puede pensarse para un tiempo muy diferente al actual, que confunde lo popular con la irresponsabilidad y la negativa a rendir cuentas.
De acuerdo con lo revelado por el ministerio de Energía, la cesta de crudos de Pdvsa alcanzó los 73,11 dólares por barril. Se trata de una tendencia persistente al alza, sin que los pronósticos amainen el optimismo, y más bien retro-alimenten los precios hacia nuevos picos de sus máximos históricos. Es sin lugar a dudas la confirmación de una tendencia "sádico masoquista", con el perdón de los psiquiatras, porque el disfrute de la abundancia petrolera camina de la mano, más temprano que nunca, con el castigo y el sufrimiento de quienes tienen la mano en el látigo.
Es por eso que todos nos preguntamos, tanto el gobierno tarambana como la oposición atomizada, qué pasara cuando termine la fantasía y de qué manera debemos prepararnos para asumir la realidad que, quiérase o no, nos alcanzará fatalmente.
Pero la fiesta sigue y mientras haya jolgorio y burbujas, música y fuegos artificiales, el país vivirá de la alegría y de los sueños.
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