El más corrompido de la historia
Manuel Caballero //
Por qué Chávez es el gobernante más corrupto de la historia venezolana
Hugo Chávez Frías es el gobernante más corrupto que haya tenido Venezuela desde que, hace cinco siglos, se le bautizó con este nombre. Lo que acabamos de escribir no es ninguna exageración nuestra, ni pretendemos que se nos crea con la única garantía de nuestra palabra de honor: estas notas están destinadas a demostrarlo, pues como historiador y como articulista, a diario repetimos a nuestros alumnos, a nuestros lectores, a nuestros adversarios, a nuestros amigos y sobre todo a nosotros mismos que la simple afirmación no es prueba; y rechazamos asqueados, desde el primer momento en que lo expresó, la indecente coartada de José Vicente Rangel cada vez que prendía el ventilador para bañar de estiércol a sus enemigos, (ventilador por cierto que se quedó sin pilas desde 1999): "yo soy periodista, no policía: busquen ustedes las pruebas".
No tengo pruebas
No voy por lo tanto a acusar de ladrón al aspirante a presidente vitalicio; no porque crea en su honestidad (ni muchísimo menos en las manos limpias de la tribu barinesa, a comenzar por el "Don") sino por lo dicho en la cuartilla anterior: porque no tengo pruebas. Aunque llegado el momento, habrá que recordar que a Carlos Andrés Pérez se le acusó y condenó por haber malversado diecisiete millones de dólares que entregó a la vieja Chamorro en Nicaragua para su seguridad personal; una minucia comparada con los miles de millones de dólares entregados sin control por Hugo Chávez a sus cómplices de dentro y fuera de Venezuela, lo cual deja de contabilizar quién sabe cuántos apopléticos maletines.
No: mi acusación se refiere a otra cosa. Un líder político y autor yugoslavo, hoy un tanto olvidado, recio combatiente antinazi y durante los años duros mano derecha de Tito, Milovan Djilas, se atrevió acaso por primera vez desde el interior mismo del sistema, a denunciar una gran estafa: la de pretender que su país fuese o buscase ser "una sociedad sin clases".
La nueva clase
En un libro famoso en su época, denunció, con pruebas en la mano, que en el sistema que él mismo había contribuido a instaurar había emergido una "nueva clase" dominante. Años más tarde, y más apegados al lenguaje eslavónico, los rusos llamaron a un fenómeno similar en su tierra, la nomenklatura.
Pero tampoco es a eso que quiero aludir, sino a una frase suya definitoria de la realidad de la corrupción en ese su sistema, pero aplicable a todos los demás. La frase de Djilas pasó casi inadvertida, porque lectores y comentadores estaban sobre todo interesados en el develamiento de la mentira esencial de los regímenes del "socialismo real": la falacia de la "sociedad sin clases". En alguno de sus escritos, Milovan Djilas se refería a la corrupción como la viga maestra sobre la cual se sostenía el sistema. Pero no se trataba del robo de los dineros públicos, de la "comisión", el soborno y la "mordida", que al final eran en cierto modo males menores. No, decía Djilas: la peor corrupción posible no es el ladronismo, sino la fascinación que la tiranía ejerce sobre aquellos que la sufren.
Aquel grito español
Tal vez era eso aquel grito de la calle española en 1808: "¡Vivan las caenas!". Esa incomprensible adoración de las cadenas, de la opresión, hubiera podido ser la misma de los llaneros de Boves. Pero antes de seguir adelante, creemos conveniente dejar clara alguna cosa: no compartimos esa necia idea paternalista y demagógica según la cual el buen pueblo "pobre pero honrado" haya sido o pueda ser "engañado" por los demagogos. No: todos llevamos por dentro un tiranuelo, y si los dejamos emerger, nuestra y sólo nuestra será la culpa.
Pero no nos alejemos del asunto, y de la estupenda definición de Djilas. Si no tuviésemos a mano otro ejemplo, la vergonzosa retractación del Coronel Ameliach (a quien el gran humorista Laureano Márquez puso a vestir el sayal de un Galileo sin sabiduría) ya daría bastante paño que cortar. Leyéndolo, más que el eppur si muove de aquel padre de la modernidad, me vino a la mente el Ernst Röhm de la "noche de los cuchillos largos" que al recibir el tiro de gracia, cuenta su propio verdugo Theodor Eicke, murió murmurando : Mein Führer, Mein Führer.
Combatido con arrojo
También esos bolcheviques que habían combatido con arrojo en Octubre y en las guerras civiles rusa, china y española, gritando Slava Stalinu! frente al pelotón estalinista que los masacraba. Y más reciente aún, al comandante Ochoa, aquel héroe de la guerrilla cubana y africana, diciendo que su último pensamiento frente al pelotón de fusilamiento sería hacia su jefe máximo, Fidel Castro.
Pero todo eso, ya de por sí terrible, es poca cosa para basar nuestra afirmación de Chávez como el gobernante más corrupto de nuestra historia. Lo es en cambio que Chávez base su dominio en la fascinación que el despotismo ejerce sobre quienes deberían ser los primeros en detestarlo; en otras palabras, como nadie en nuestra historia, Chávez ha arrastrado tanta gente a adorar la tiranía. No estoy hablando del futuro, sino del presente y del pasado inmediato.
Porque no olvido dos cosas: la primera, que el 4 de febrero de 1992 Chávez mostró cuál era su intención real. Que no era sino la instauración de una dictadura.
Tampoco olvido que en 1998 Chávez ganó las elecciones limpiamente y con una cómoda mayoría. Pero más allá de esos dos hechos, hay un tercero que los envuelve: la gran cantidad de quienes siguen a Chávez no porque esperen de él un buen gobierno, sino porque quieren una tiranía, y que gritarían alborozados : "¡Vivan las caenas!"
hemeze@cantv.net
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