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domingo, 9 de septiembre de 2007

¿Cuánto vale el show?


Miguel Sanmartín //

Menos mal que los estudiantes salieron a la palestra. Ellos encendieron las luces
El país político se volvió un circo. De lado y lado. Los actores -léase dirigencia-, indistintamente de su posición, pelaje o conveniencias, desempeñan gustosos distintos roles. En cada función de este vodevil revolucionario salen a la pista charlatanes, bufones, trapecistas, encantadores de serpientes y muchos más. Menos mal que en la calle están los estudiantes.
Todo esto de la modificación constitución es un cachondeo. Una guasa alucinante, dañina para el país. Es un antojo obsesivo. Un retroceso. Inviable. Arbitraria. Inconstitucional. Es un fraude. Una oferta engañatontos. Es la destrucción de un modelo de vida en armonía, equidad y paz. La sustitución forzosa de valores y tradiciones. Es la desintegración de la sociedad, de la familia. El menoscabo de las instituciones. La extinción de derechos y libertades. Modifica el concepto de propiedad privada. Condiciona la iniciativa individual. Es la entronización de la arbitrariedad, el despotismo, la violencia, el miedo. Es la imposición de un modelo radical, personalista, centralista. Es discriminatoria, clasista, represiva. Exige la sumisión incondicional de los afectos e impone la eliminación de la disidencia.
La gran mayoría del país es consciente de la amenaza. El sobresalto y la preocupación de la gente traspasó los linderos de las urbanizaciones de clase media y penetró también las barriadas populares. Muchos de los que antes apoyaban incondicionalmente a quien les prometió poder, derechos, justicia, seguridad y bienestar, ofertas que no cumplió, ahora temen al abuso de poder y las ambiciones monárquicas.
Grandes sectores del país -oficialistas incluidos- rechazan esta propuesta de constitución "a la cubana". Están decididos a combatirla. Están firmes en sus convicciones. No así la dirigencia partidista opositora. Sigue siendo intransigente. Desatinada. Colaboracionista. Con sus desavenencias desestimulan la participación ciudadana y propician los objetivos totalitarios.
Es insólito que a estas alturas no haya consenso entre la dirigencia opositora para enfrentar la "deforma" constitucional. ¿Cómo impedirla? ¿Qué estrategias seguir? En eso el régimen les lleva una morena. Toda su militancia clientelar está entubada. La dispersión en la conducción opositora confunde a la gente. ¿Cuál es la línea? Unos se inclinan por "participar". Y aspiran a obtener "condiciones" fiables de un CNE cuestionado. Otros sugieren "negociar" algunos artículos. Los radicales proponen la abstención. Mientras, muchísima gente ya decidió que no volverá a sufragar por falta de confianza en el órgano electoral.
La actuación de la dirigencia opositora no puede quedarse en la irrupción circense en los "debates" organizados por el oficialismo. No basta con eso. Los estudiantes le están dando una lección al país. Ellos encendieron la luz. Son el ejemplo a seguir. No los saboteen.
msanmartin@eluniversal.com

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