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martes, 4 de diciembre de 2007

Venezuela trunca el sueño bolivariano de Chávez y tumba su Constitución


MANUEL M. CASCANTE. ABC.España
ENVIADO ESPECIAL CARACAS.
Las elecciones se ganan o se pierden por un voto. Pero 125.000 votos pueden dar la vuelta a un referéndum, revertir la infalibilidad de un caudillo, sentar las bases para el futuro de una generación y perfilar el acontecer inmediato de todo un continente. 125.000 votos fueron suficientes para rechazar la reforma constitucional propuesta por Hugo Chávez, que pretendía transformar Venezuela en un régimen socialista y autoritario. Triunfó el «no». Y triunfó la democracia.
Nueve tensas horas después de que se cerraran oficialmente los centros de votación, el Consejo Nacional Electoral (CNE) hacía públicas las cifras del referéndum. Habían votado poco más de nueve millones de venezolanos, el 66 por ciento del padrón. Cuatro millones y medio, el 50,7 por ciento del censo, rechazaban los artículos reformados. 4.375.000 (49,3 por ciento del electorado) los avalaban. La Constitución del 99 seguía en vigor y la nueva Carta Magna redactada por Chávez era sólo papel mojado.
Antes, la prohibición de difundir «exit-polls» y recuentos rápidos se había traducido en una guerra de filtraciones interesadas y declaraciones públicas, en las que debían interpretarse los gestos más que las palabras. El rostro de la oposición era de indisimulada alegría. El del oficialismo, serio y adusto.
Cuando a la una de la madrugada el CNE seguía sin dar a conocer unos resultados que anunció para las ocho de la tarde, la oposición empieza a alertar sobre un «madrugonazo», un intento de alterar el recuento. Mientras, Chávez permanecía reunido con el generalato. Según fuentes militares de alto rango, el presidente se resistía a reconocer la derrota.
Fue entonces cuando Raúl Isaías Baduel -ex ministro de Defensa y compañero de armas y de conspiraciones de Chávez- conminó a las instituciones a respetar la voluntad popular, mientras instaba al Ejército a que velase por su cumplimiento. Pasados apenas unos minutos, Tibisay Lucena, presidenta del CNE, lo reemplazaba en la pantalla para desvelar los datos.
Chávez se dirigió al país cerca de las dos de la madrugada. Tranquilo, reconocía su primera derrota en las urnas y el fracaso de su proyecto «por ahora» (recordando las palabras con las que se rendía en febrero de 1992, tras su fallido golpe de Estado). Pero la Presidencia tiene ahora fecha de caducidad, 2012, y el oficialismo comienza a movilizarse en busca de recambio. Ya hay quien piensa en cobrarse viejas facturas. Por primera vez, todo es incierto.
Los bachilleres han sido determinantes en este golpe de urna al proyecto revolucionario. El movimiento estudiantil, que explotó a finales de mayo tras el cierre «administrativo» de Radio Caracas TV, ocupaba el espacio que habían abandonado la clase media y la clase política, y dió la vuelta a la llamada de los partidos a boicotear la consulta. Los universitarios demostraron que en una revolución sin jóvenes no hay futuro, pero un país con jóvenes comprometidos tiene porvenir.
Las deserciones en las filas del chavismo terminaron de apuntillar la reforma. El ochenta por ciento de los venezolanos rechaza el modelo cubano, y ése era el «paraíso» que les ofrecía el caudillo. Venezuela es un país hedonista, que gusta de los placeres más superficiales del capitalismo (en los ranchitos de las colinas caraqueñas, donde habita la pobreza, no faltan los televisores de plasma). La presumible dejación de algunos gobernadores (que perderían poder y plata de haber prosperado la propuesta) es otro factor a considerar.
Evitar el pucherazo
La labor de la Fuerza Armada Nacional -condenada por Chávez a desaparecer en manos de las milicias bolivarianas- contribuyó a que en las mesas electorales no se produjeran pucherazos de última hora que hubieran podido alterar la voluntad popular.
Al este de Caracas, la oposición celebró su victoria con cánticos, entre los que no faltaría el himno nacional: «... Abajo, cadenas. Abajo, cadenas...». Alrededor del Palacio de Miraflores, los «rojos, rojitos» también se aplicaron a la música y a la cerveza. Desde una pantalla gigante, Chávez insistía en que sus ideas continúan vigentes. Nadie escuchaba. La noche pasó en paz. Y, ayer, volvía a salir el sol.
El doble «no»
La reelección presidencial ilimitada fue rechazada con el 50,7 por ciento de los votos. A los recortes en las garantías constitucionales durante los estados de excepción se opuso el 51,05 por ciento

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