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martes, 4 de diciembre de 2007

Miraflores protegido por cubanos


Joaquim Ibarz - La Vanguardia
“Acabó la pesadilla, ganó Venezuela”, gritaron los universitarios al confirmarse la derrota de Hugo Chávez. En la sede del Comando del No, los universitarios celebraron con júbilo la victoria. Besos, abrazos, lágrimas, aplausos, fotos, felicitaciones, rostros conmovidos. Emoción, mucha emoción. Nunca un triunfo en las urnas fue acogido con tanta generosidad.
“¿Quiénes somos? ¡Estudiantes! ¿Qué queremos? ¡Libertad!”, corearon los jóvenes al festejar la hecatombe del presidente que durante seis meses quiso desprestigiarlos llamándoles “hijos de mamá” y “lacayos del imperio”. Chávez quizá entendió en la madrugada de ayer que cada insulto que dirigió al movimiento más hermoso que hasurgido en Venezuela en las últimas décadas suponía mayor desprestigio para él.
Los estudiantes tenían motivos para festejar su victoria. Los jóvenes que imprimieron a los venezolanos un renovado espíritu de lucha y esperanza en el futuro. Y se convirtieron en la conciencia moral de un país desmoralizado, sin dirigentes, sometido a los caprichos de un caudillo que pretendía gobernar como si Venezuela fuera un cuartel.
“Hoy se cierra un capítulo en la historia de Venezuela y comienza una nueva etapa. El 2 de diciembre será recordado como el día en que los venezolanos reafirmamos los valores democráticos y de libertad, así como nuestra voluntad de vivir en paz, alejando al país del umbral de una dictadura”, dijo a “La Vanguardia” Jon Goicoechea, líder del movimiento estudiantil .
Cuando el CNE retrasaba una hora tras hora los resultados, muchos estudiantes se mostraron dispuestos a salir a la calle para protestar. Jon Goicoechea y Stalin González, los dirigentes que han llevado la responsabilidad del movimiento, pidieron calma para evitar provocaciones. ”Saldremos a la calle a defender el voto si pretenden imponer el fraude”, dijeron desde lo alto de un autobús estacionado en medio de la calle.
Lo nunca visto en estas tierras americanas. Los universitarios que reclamaban libertad y democracia aplaudieron la intervención por televisión de un militar, el general Raúl Baduel, exigiendo al CNE que diera los resultados electorales. Leopoldo López, joven alcalde del municipio de Chacao, nos comentó que el apoyo a Baduel estaba más que justificado porque “está jugando un papel vital para moderar la vocación totalitaria de Chávez y para recobrar la institucionalidad de la Fuerza Armada Nacional”.
Freddy Guevara, otro destacado dirigente estudiantil, agradeció “el voto de los chavistas que rechazan para nuestro país un régimen totalitario. ¡Gracias hermanos chavistas que os atrevisteis a decir no!”. Goicoechea dijo a voz en grito que a partir de ahora tiene que emprenderse “un camino nuevo”. Señaló que no hay que repetir los errores del pasado, e hizo especial hincapié en que los gobernantes tienen que tomar un enfoque social, “sin caer en los populismos de Chávez que reparte limosnas con fines electorales”
Diego Arria, ex embajador y asesor personal del secretario general de Naciones Unidas, denunció a este periódico: “Nos han robado un mínimo de 500.000 a 600.000 votos. Chávez exigió al CNE que su derrota fuera mínima. No importa, lo esencial era la derrota de la Constitución que daba paso a la dictadura. Chávez ya no podrá seguir comportándose como un matón de barrio”.
Para sorpresa de muchos, los partidos superaron diferencias y trabajaron unidos en la defensa del voto.
El bullicio que se respiraba en el Comando del No contrastaba con la desolación que vimos delante del palacio presidencial de Miraflores, donde todo se había preparado para festejar la victoria. Cuando Chávez empezó a hablar por las pantallas gigantes de televisión, quedaban pocas personas, muchas pasadas de trago. Iban a lo suyo, a la versión tropical del botellón. Nadie se apercibió que Chávez no mostrara la gallardía del vencido, ni que no llamara a la unidad y a la conciliación. Su discurso fue mezquino y excluyente, con amenazas veladas y falto de comprensión a la lección que le mandaron los venezolanos.
Ni los suyos le creyeron cuando dijo que su proyecto seguirá en pie y que “no retiro ni una coma de la reforma”. Diego Arria comentó que “la crisis de abastecimiento de alimentos, que afecta más a los pobres creará una situación explosiva que la incompetencia del Gobierno no podrá resolver”.
De madrugada, los soldados deambulaban por delante de Miraflores sin ton ni son, sin entender que su comandante, que les habían hecho creer que era invencible, había sido derrotado. El “balcón del pueblo” seguía adornado con guirnaldas para celebrar la victoria. Nadie apareció. Cuando quisimos entrar en palacio, nos lo impidió una persona de civil con acento cubano. Era el jefe del cuerpo de seguridad de la casa presidencial, integrado por varias decenas de hombres, con igual vestimenta: guayabera roja y pantalón negro. Todos tenían aspecto y acento cubano. Eran los que le enseñaron a Chávez la cantinela de “Patria, socialismo o muerte”. Los militares venezolanos la tienen que repetir a cada momento. Es probable que hoy, mañana o pasado, dejen de hacerlo. El “venceremos” que dijo Chávez sonó como algo patético.

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