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domingo, 2 de diciembre de 2007

Hoy en Venezuela ¿Haraquiri colectivo?


El Tiempo. Bogota
En la crucial cita que tienen con la historia, los venezolanos deben decidir si le entregan tanto poder a una sola persona. Quien haya leído el proyecto de reforma constitucional que hoy se vota en Venezuela sintió sin duda cierto escalofrío.
El que produce imaginar que un pueblo pueda caminar de frente y con los ojos abiertos hacia el abismo. Es el haraquiri colectivo que podría hacerse la sociedad venezolana si, por pereza o ceguera, le entrega este domingo en las urnas al presidente Hugo Chávez el poder absoluto que con tanta vehemencia reclama. No otra cosa significa aprobar un referendo que pone en manos del Presidente el control de todas las instituciones del Estado, a la vez que consagra su reelección indefinida. El proyecto que hoy se vota, entre otras cosas, despoja de cualquier autonomía a gobernadores, alcaldes y concejos; elimina la independencia del Banco Central; puede restringir derechos fundamentales como la libertad de expresión; abre las puertas a la asfixia del régimen de propiedad privada y le da al Presidente la única palabra en el ascenso de militares (de subteniente para arriba) en unas Fuerzas Armadas que pasarían a ser brazo armado de la Presidencia y no de la Nación.
Todo esto, y algo más, plantean los 60 artículos de la propuesta de reforma constitucional que deben refrendar o rechazar millones de venezolanos. Y no es fácil entender que un gobernante pueda llegar al grado de megalomanía que refleja esta pretensión de absolutismo. Ni que los gobernados no hayan reflexionado sobre lo que para su país significaría avalarla con un Sí.
Los hechos y encuestas recientes indican que sí lo han hecho. En las últimas semanas, casi de la noche a la mañana, creció un vasto movimiento de opinión a favor del No. Pequeños propietarios de viviendas y comercios, mandatarios locales que temen convertirse en gobernantes de adorno, intelectuales y periodistas preocupados con las mordazas que se anuncian, decenas de miles de estudiantes volcados a la calle en todo el país, cientos de miles de venezolanos de diferentes estratos que se preguntan por qué si su país está recibiendo los mayores ingresos de su historia tiene el costo de vida más alto de América Latina y escasean la leche, los huevos y hasta los fríjoles, terminaron todos identificados en su rechazo a la reforma.
Rechazo que ha incluido a diferentes sectores del chavismo, aglutinados en la consigna de Chávez sí, reforma no. El caso más significativo en este campo es el del hasta hace poco ministro de Defensa, Raúl Baduel, el carismático general que reinstaló a Chávez en el poder tras el fallido golpe del 2002, quien el 4 de noviembre rompió con el Gobierno y denunció que la reforma chavista es, en esencia, un golpe de Estado. Una gran pregunta es qué respaldo obtendrá Baduel dentro del creciente núcleo de los bolivarianos decepcionados.
No se puede negar el sólido apoyo a Chávez en estratos populares donde ha hecho una masiva inversión social. Realidad que, sumada a su carisma personal, sus ilimitados recursos y su férreo control del Estado, comenzando por el Consejo Electoral, hace difícil creer que el Presidente pueda perder la elección de hoy. Pero también es cierto que el "populismo petrolero" de repartir a la lata, sin programas estructurales contra la pobreza, ha demostrado sus limitaciones: se mantiene la marginalidad y ha aumentado la criminalidad. La economía ha crecido por los elevados precios del petróleo, pero la moneda se ha devaluado en 900 por ciento y el dólar negro triplica al oficial.
Entre muchos sectores medios e indecisos ha crecido el temor ante la progresiva radicalización de la revolución bolivariana. Porque tampoco se puede negar que Chávez habla claro y quiere que su país adopte una Constitución que parece calcada de la de Cuba, en lo que tiene de concepción marxista-leninista del Estado. Por eso ha sido calificada como el punto de no retorno en una estrategia de poder absoluto concebida por Chávez con la asesoría de La Habana.
Hay que ver cómo se expresan hoy todas estas tendencias en un polarizado país donde todas las encuestas serias señalan un escenario de empate entre el electorado con asegurada intención de voto. La gran incógnita es la abstención, porque también coinciden las encuestas en que un aumento de la participación favorecería claramente a la opción del No. Lo cierto es que desde 1999, el Gobierno no ha logrado reducir el bloque opositor, que tiene una base dura de 35 a 40 por ciento de la población. Si los indecisos de centro salen a votar masivamente, Chávez podría perder el referendo.
En este caso, lo primero que hay que tener en cuenta es que seguirá como Presidente hasta el 2013. Y que incluso podrá volver a buscar la reelección al menos una vez más. En todo caso, Chávez cuenta con obtener por lo menos 60 por ciento de los votos, y un resultado muy cerrado sería un duro golpe para él. Y no deja de ser preocupante y peligroso el escenario de un virtual empate, en un ambiente lleno de dudas sobre la limpieza de unas elecciones a las que por primera vez no fueron invitados observadores internacionales.
Llegó la hora de la verdad y los venezolanos tienen una ineludible cita con la historia. ¿Le entregarán tanto poder a una sola persona?

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