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lunes, 10 de diciembre de 2007

¿Fuertemente débil? (O débilmente fuerte)


María Isabel Párraga B. // El Universal
Qué parte del NO, no entendiste?, dice un graffiti atinadísimo. Y no es para menos, porque la testarudez y el ego no tienen límites, amén de la falta de respeto a esos tres cuartos del país que o bien no motivó o rechazó definitivamente la reforma. Ya el pueblo habló, pero no hay peor sordo que aquel que no quiere escuchar. Ese tipo de socialismo vetusto, anquilosado y retrógrado es rechazado mayoritariamente y si en las actuales condiciones, con toda la fuerza, la torcedera de brazo, las listas, las amenazas y el dineral que se gastó en esta campaña no pudieron convencer, menos será el año que viene cuando todo apunta que le estallarán varias crisis en la cara, entre ellas la económica, que ya despunta con la inflación más alta del continente y con un desabastecimiento en rubros tan sensibles como el papel toilet (necesarísimo, entre otras cosas, para limpiar la escatología verbal presidencial).

Más allá de la ilegalidad o no que pueda representar el insistir con la rojita pero en versión reducida en la que se destaque su verdadera obsesión: la reelección eterna, está el ego herido. Ese paroxismo de los últimos días que recuerda cada vez más aquella escena de la película La Caída en la que un Hitler fuera de de sí gritaba que la culpa la tenía el pueblo alemán por no haber entendido ni respaldado suficientemente su genialidad. Y ya no es sólo que haya calificado como deshecho fecal a quienes votaron en contra de su reforma, sino que amenaza abiertamente a sus seguidores mirandinos y caraqueños con un peligrosísimo arranque de despecho diciéndoles: "aquí la tengo anotada, vamos a ver si me la pagan o no me la pagan"¿ Ese alarde de supuesta fuerza, además de la puesta escénica con el Alto Mando Militar, lo que denota es una profunda debilidad. Ese frío en el estómago que le da pensar que su poder tiene fecha de vencimiento¿ Cinco años más¿

Allí está el detalle, no estamos hablando de unos meses. Es el tiempo que duraban en el poder los mandatarios de la Cuarta. En ese período estaban obligados a hacer un buen Gobierno para pasar a la historia o, por lo menos, trascender en la memoria colectiva (período de por medio) para aspirar la reelección en segundas partes que resultaron poco felices. Son cinco años y muchísimo dinero. Lo necesario como para enmendar la plana y dejar una obra más allá de la división de un pueblo que continúa a la espera de la verdadera revolución de unas políticas públicas que lo saquen de la pobreza, pero no con migajas populistas, sino con educación y calidad de vida.

Pareciera que el líder no supera la derrota. No entendió nada. Claro, es mucho más fácil optar por el delirio y "quedarse pegado" que ponerse a gobernar. ¿Será que no quiere o que no sabe cómo hacerlo?

mariaisabelparrga@gmail.com

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