El éxito castrista en Venezuela
Elides J. Rojas L. El Universal
Chávez y Castro. Cuba y Venezuela. Siempre unidos, siempre pobres
Las fuerzas chavistas están aprovechando la vía rápida que otorga el exceso de poder. Sin duda, la orden de Chávez fue meter el acelerador en la Asamblea para radicalizar los cambios en la Constitución castrista que el país estrenará el próximo año.
No es casual el encuentro con el moribundo dictador. Y, además, muy oportuno, en medio de la desmovilización general, el manoseo verbal entre un guerrillero de verdad y otro que a duras penas ha echado plomo en un polígono, pues ni siquiera en 1992 o el 11 de abril hubo arresto revolucionario para meterle el dedo a un gatillo. Eso, ya se sabe, lo hicieron otros.
El mensaje está claro. Lo que viene, independientemente de lo que nos digan en cadenas para medio tranquilizar a la gente, está bajo la protección, guía, interés y orientación de Castro y su muy experto equipo de aprovechadores. El anciano es el coco para atemorizar. Es el tirano que fusila, arresta, ajusticia o tortura. Es traer a Venezuela la misma sensación de ciudadanía presa, bajo estado de excepción eterno, que arrastran los cubanos desde hace casi medio siglo. Ya saben. Somos duros, comunistas y no nos paramos ante nadie. No se equivoquen. El viejo diabólico está con nosotros.
Aunque, con ese pasito tun tun que retumba en Venezuela desde 1999, el líder máximo asusta y amenaza unos días, pero transmite calma, se desmiente y hasta atribuye a la oposición su extraño matrimonio con el castrismo inescrupuloso y fracasado.
El lacayismo hacia Fidel Castro y todo lo que significa llega a extremos penosos. Los cubanos están hasta en la sopa. Mandan en los cuarteles, diseñan la educación, reparten aspirinas azules a la gente en los barrios, hacen plata como intermediarios del Gobierno en importaciones que van desde bombillos vietnamitas hasta trompos electrónicos. Los cubanos hacen aquí lo que nunca han podido hacer en su arruinada isla. Son expertos en construcción, médicos de excelencia, maestros, científicos, informáticos, petroleros, ingenieros, gerentes, planificadores. Justo lo que necesita cualquier nación para ir directo al primer mundo. Pero, así serán de buenos y calificados que basta ver lo que realmente ocurre en la Cuba revolucionaria.
Miseria, hambre, limitaciones, calles de tierra, apagones, racionamiento de alimentos, fronteras cerradas, casas destartaladas, peroles viejos, carros último modelo pero de 1956, una tristeza que desborda los confines de su mar territorial, prostitución como atractivo turístico. Una pelazón bien distribuida y socializada. Y, para rematar las bondades, un sistema opresivo, tiránico, centralista, dictatorial, autocrático, esclavista, perseguidor y represivo. A juro, pues.
La ruta y destino escogido por Chávez y sus tropas no está oculto. Ni siquiera lo disimulan. Hasta Caracas se está pareciendo a La Habana.
erojas@eluniversal.com
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