Cartilla de racionamiento

Marianella Salazar
Mientras se debate la propuesta presidencial de reforma constitucional, los venezolanos estamos poniendo a prueba los nervios haciendo un tour por abastos, supermercados y afines buscando alimentos de primera necesidad, algunos prácticamente desaparecidos desde el año pasado, como azúcar blanca refinada.

Cuando aparece la leche, aceite u otros productos básicos, tenemos que adquirirlos clandestinamente, después de anotarnos en listas de espera, que priorizan urgencias de familias con niños, ancianos o enfermos.

El desabastecimiento de alimentos y peor aún, de medicamentos, también está poniendo a prueba el grado de sensibilidad de los marchantes y comerciantes, que redimidos en buenos samaritanos y sabedores de las angustias diarias de sus clientes, llaman para notificar la llegada de algunos rubros alimenticios, medicinas e incluso de algunos artículos tan indispensables para la higiene diaria como el papel toilette.

Es una situación que produce desasosiego, además de ser harto prosaica e indignante. Hemos pasado el año viviendo y sufriendo un racionamiento tácito de artículos, productos y fármacos impuesto por la escasez –sin entrar en las profundidades inflacionarias que desmejoran la calidad de vida, ni considerar los estragos que hará el redondeo en nuestra economía– lo grave es que hemos aceptado con resignación el racionamiento, preparándonos inconscientemente para aceptar la libreta de consumo que permitirá al régimen tener mayor control político sobre la población, a imagen y semejanza de Cuba.

En cualquier gobierno de la llamada cuarta República hubieran tumbado al presidente, sin embargo, nadie protesta y, cuando una ama de casa, en pleno ejercicio de su libertad de expresión, se queja en voz alta por los altos precios o porque no consigue el producto, quien la oye voltea para otro lado para no responder ni involucrarse, como si la escasez y la inflación no le afecta. Es miedo, puro y simple.

La parálisis nos lleva a aceptarlo todo, incluyendo las prohibiciones fundamentalistas de beber, fumar o adquirir determinada marca de automóvil. Chávez seguirá racionando, ordenando y prohibiendo para sentirse fuerte, seguro y obedecido. Sigamos obedeciendo como corderos que ignoran su destino.

Tic tac

Redondeo: las nuevas monedas podrían ser modificadas en un plazo de seis meses si no frenan la inflación. No convence el estudio realizado a alto nivel en el BCV sobre el llamado “redondeo”, porque si la fracción pasa de 0,05 céntimos, hay que elevar el monto en un céntimo, que equivaldría a Bs 10 actuales. La inflación no aumentaría si el redondeo es hacia abajo. En los negocios los precios han sido enviados hacia el céntimo superior. Será el fracaso de la reconversión monetaria.

Bonos: el caso de los Bonos Bandagro enterrará a algunos directivos del BCV, pero uno más vivo logró la jubilación en forma anticipada, antes de que descubran el pago fraudulento de esos bonos.

¿Alzamiento?: el viernes pasado, 27 oficiales de la Guardia Nacional, en su mayoría tenientes y capitanes, rindieron declaraciones en la DIM. Aproximadamente unos 10 oficiales se encuentran detenidos en la Disip, el resto fue enviado a sus unidades.

Duty Free: la decisión de adscribir la Fundación del Niño al Ministerio de Educación está relacionada con la explotación del Duty Free del Aeropuerto de Maiquetía. Las empresas que han venido explotando el negocio han tenido acceso directo a las divisas en Cadivi y recibido dólares a 2.150 bolívares. Ahora el Seniat ejercerá su función fiscalizadora sin interferencias de la dirección de las operaciones ejercidas desde Barquisimeto

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