Carreño se la volvió a comer

Boccanegra. Tal Cual
No vayan a creer los lectores de este minicronista que la tengo cogida con Pedro Carreño. De hecho, ni siquiera lo he visto nunca en persona. Pero es imposible no ocuparse de él. Cada vez que abre la boca dice tales enormidades que no hay manera de eludirlo.
Ya estoy comenzando a preguntarme si todo eso no será deliberado; si la idiotez de muchos de sus dichos no será puro fingimiento, intento calculado de hacer creer que está próximo de la oligofrenia y con ello lograr que se le subestime. Que lo subestimen los delincuentes, desde luego, quienes creyendo que tienen que vérselas con un bobo, creen así que pueden actuar sobre seguro. En definitiva, estoy llegando a creer que es parte de su propio plan de seguridad ciudadana, para sustituir al que tiró a la poceta, realizado bajo la inducción de Jesse Chacón. Porque, francamente hablando, sólo como parte de un plan sutil y sofisticado es como se puede tomar su sentencia de que los asesinatos de choferes son realizados por sicarios pagados por la oposición para desestabilizar al gobierno. Una estupidez de ese tamaño sólo puede ser proferida por alguien que tiene un plan. Eso no puede ser casual y no debe ser atribuido a un cerebro de pollo. Lo admirable es el temple de un tipo que arrostra con cara tan dura las mamaderas de gallo que, sin duda, suscita hasta en sus colegas de gabinete.