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viernes, 3 de agosto de 2007

¿Los primeros muertos serán de apellido Nazoa?



CLAUDIO NAZOA

En esta absurda locura en la que todos estamos inmersos, unos por gusto, otros por fanatismo al confundir la política con una secta religiosa con gurú, otros por jala bolas, otros por corruptos, otros por hambre y miseria, otros por disfrutar del poder, otros por odios y frustraciones, otros por resentimientos, otros por racistas (blanco-negro, indio-negro-blanco), otros por miedos, otros por obligación, como es mi caso y el de muchos a quienes no nos gusta participar de la demencia irresponsable, pero estamos inmersos en ella, la sufrimos y la padecemos por el simple hecho de vivir aquí donde nos gusta.

Este régimen no tiene una ideología que lo sustente, es como si hubiesen tomado un poquito de lo peor de todo para inventar la nada por donde andamos. Las personas que apoyan al Gobierno tienen que estar claras que también están sentenciadas porque las revoluciones no perdonan (yo escribí sobre esto en un artículo que anda circulando por Internet, titulado "Todos perderemos todo") y todos son propensos a convertirse en, por nombrar sólo a dos, futuros Miquilena o Velázquez Alvaray, personajes estos que bastante vaina echaron y al final tuvieron que salir corriendo, perseguidos por las leyes que ellos mismos inventaron.

Huyeron espantados de la casa del diablo que antes les parecía tan angelical. A veces no puedo entender cómo es posible que amigos que alguna vez luchamos juntos, combatiendo injusticias propiciadas por los gobiernos adecos y copeyanos, estén ahora haciendo o apoyando las mismas o peores cosas por las que antes arriesgábamos el pellejo. En el plano cultural, donde siempre me he movido, es increíble encontrarme con compañeros muy queridos, talentosos y admirados algunos, los cuales, al igual que yo, tuvimos 40 años trabajando sin ningún problema con los gobiernos adecos y copeyanos, y que ahora apoyan que este gobierno de ultraderecha aplique criterios fascistas para impedir que artistas como yo trabajen en donde siempre habíamos trabajado, a pesar de ser críticos duros de quienes nos contrataban.

Me gusta escribir claro y raspao, sin citaderas ni erudiciones que no tengo. Trato de escribir cosas como si las estuviera hablando frente a cada uno de mis amigables lectores.

No me mueve el odio ni ningún deseo de venganza. No pertenezco a ningún partido político y soy un optimista guerrillero de la discusión sana y productiva. No soy ningún santo, pero trato de agradar a las personas aunque no las conozca y si me pagan, hasta las hago reír. Explico estas cosas tan personales porque quiero que quien lea esto sepa que a lo mejor no tengo la razón, pero que mi preocupación de alguna forma, por lo sincera, debería ser tomada en cuenta hasta por quienes apoyan esta cosa rara parecida a algo que no se sabe qué es de verdad, pero que da angustia y miedo, porque estamos a punto de perder todo lo que tenemos.

Cuando éramos felices y no lo sabíamos, durante los 40 famosos años, todos convivíamos y podíamos hacer nuestras vidas libremente, tener becas, ir a las universidades sin ser oligarca ni rico y sobre todo, podíamos trabajar en el gobierno en donde nunca se nos preguntó, a contadas excepciones, si uno era comunista, adeco o copeyano.

Yo, siendo izquierdozo, trabajé durante 17 años seguidos en el Consejo Venezolano del Niño y en el Ministerio de la Juventud.

Tengo familiares comunistasestalinistas, que trabajaron 30 y 40 años en algunos ministerios en donde todo el mundo sabía quienes eran y cómo pensaban, pero como eran muy eficientes, nunca nadie se metió con ellos.

Durante el gobierno de Carlos Andrés Pérez, Aquiles Nazoa fue director en el antiguo Inciba, después convertido en Conac (ahora no sé como se llama).

A él, nadie tuvo nunca la osadía de preguntarle cómo pensaba, entre otras cosas porque su respuesta podría haber sido demoledora. A muchos de los intelectuales y artistas que apoyan este gobierno, ahora, la exclusión les parece chévere.

Ellos ganaron premios, becas y hasta cómodos puestos diplomáticos durante los nefastos 40 años. Compraron sus casas, apartamentos y carros. Sus hijos, muchas veces con becas del Estado, estudiaron fuera de Venezuela para que hoy vengan con la coño e’madrada de excluir a quienes no piensan como ellos y peor aún, a sapearlos ante las autoridades para que no puedan trabajar en determinadas plantas de radio, televisión, ministerios, teatros y plazas públicas.

Ahora la maldad les está dando por incitar a la guerra. Los irresponsables que apoyan esta locura deben estar claros que al final, esto nos puede llevar a algo horrible. Tengo dos hijos y dos nietos. Me gustaría saber si los primeros muertos de esa guerra llevarán el apellido Nazoa o el de los lectores que leen esto, o tendrán quizás el apellido de los hijos y los nietos de los irresponsables que no le ponen coto a esta angustia que, sin importar el bando en donde nos ubiquemos, nos está destruyendo a todos.


Premio Mejor Artículo de Humor, El Nacional.com

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