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viernes, 3 de agosto de 2007

Los buenos y los malos

Por Saul Perez Lozano
Diario El Nuevo Herald

Si un hombre fuese necesario para sostener el Estado, este Estado no debería existir, y al fin no existiría


Simón Bolívar

El teniente coronel que gobierna en Venezuela no se conforma con conjugar en su persona a Bolívar, a Papa Doc (el hijo incluido), a Stalin, a Hitler, a Perón, a Mussolini, al adorado Fidel, a Kim Jong Il, a Mao. El es él, el único, que se pretende vitalicio en el poder, regulador de la sociedad venezolana. Pequeño queda el Gran Hermano de Orwell.

Conociendo las carencias del susodicho, pero poseedor de una mente perversa, configurada para cosechar el mal, dueño de un lenguaje más que agresivo soez, dueño de la ''real gana'', nos recuerda la frase de Voltaire: ''un mar de palabras en un desierto de ideas''. Pero ahí está este hombre, con un poder político y petrodólares inagotables, que dice que ser rico ``es malo''.

El teniente coronel presidente --ya un autoritario, se prepara a asumir la dictadura que siempre anheló y que el clero católico ya lo advierte urbiet orbi--, pero un electorado irracional lo hizo ganar las elecciones en 1998.

Soy un humilde periodista ignaro de la psicología y la psiquiatría, pero puedo ver que mediante procedimientos nada éticos aspira a poner fin a la alternabilidad del poder. Se cree, como Franco, que su permanencia debe ser indefinida al frente del Estado por la Gracia de Dios. Pero no se hagan ilusiones sus compinches aspirantes a cargos electivos --gobernadores y alcaldes--: ellos están excluidos, dijo el patriarca del siglo XXI: ``Olvídense de eso''.

Cínicamente dice que el caudillismo es negativo. ¿Y qué es él? Un pretendiente a caudillo con mucho dinero, que no es suyo pero lo ha hecho suyo.

También ha dado la ''real'' orden el teniente coronel que extranjero que opine mal de su gobierno o de sus políticas, debe ser execrado manu militari. Sólo pueden hablar aquellos extranjeros que sirven a Chávez y reciben canonjías del gobierno, como el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega --ahí lo tienen, reelecto a pesar de su desastroso gobierno anterior--, a quien el teniente coronel trajo para insultar a nuestros valientes estudiantes universitarios que en apabullante mayoría exigen en la calle, inermes, con sus manos pintadas de blanco y la palabra paz, libertad, democracia y la autonomía universitaria que los mandantes pretenden desconocer.

No le gustan al mandón criollo opiniones como las del juez español Garzón, o del dirigente socialcristiano Espino. Tampoco le agrada el verbo de los eclesiásticos. El, como militar, quiere vasallos, genuflexos y badulaques, por eso se rodea de mediocres que no le hagan sombra. Nunca en nuestra historia republicana habíamos tenido un régimen tan mediocre y adinerado, porque al Rico McPato no lo tiene el imperio --como llama Chávez a Norteamérica--, sino este humilde país hundido en el bananerismo.

Pero no pudo acallar las voces de los embajadores salientes de Japón e Italia, y si fue el ex embajador Brownfield, de Estados Unidos, con simples visitas a barrios y provincias los tenía enloquecidos.

Estamos frente a una encrucijada terrible, pero tenemos fe y no nos alcanzará el menú nada apetecible que sirven las dictaduras: primero, la eliminación de los adversarios, luego caerán los dudosos y finalmente los que no sean ciegamente fieles. Entonces se tenderá sobre nuestra amada patria un manto oscuro, negro, sin un sol o resquicio de libertad, de opinar, de hablar. Nuestro país va camino a la ruina, la riqueza derrochada en estos ocho años es de alcances inimaginables. Necesitamos la libertad, ese don que no tiene precio, y a ella nos entregaremos por nuestros hijos y nietos para enfrentar el derroche chavista, que lo único que ha creado es una sociedad elitista, opulenta, excluyente y resentida. La del... Yo, Hugo

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