Espada, Chequera y lavadora
Primero fue la espada que camina, después la chequera y ahora la lavadora. La "revolución bolivarera" se está convirtiendo en una de las principales centrífugas de corrupción en América Latina.
Si apenas se conoce la punta del iceberg de la "conexión argentina" del régimen de Chávez, y ya el mero "malentingate" revela un importante tinglado de complicidades oficiales y oficiosas, cómo será la extensión y profundidad del entramado delictivo entre las mafias del Estado rojo-rojito y sus "contrapartes" porteñas.
Y qué decir de la "conexión cubana" o boliviana o ecuatoriana o nicaragüense, para limitarnos a los asociados del hemisferio y no entrar en los territorios de la "conexión bielorrusa" o siria o iraní.
Ya es casi un lugar común afirmar que la llamada "revolución bolivariana" ha degenerado en una satrapía y en un latrocinio, que en realidad son dos caras de la misma moneda. Y si así funciona en lo interno, ¿por qué iba a ser distinta en lo externo?
Si la "nueva Pdvsa" es la verdadera cancillería del señor Chávez, y si su principal medio diplomático es el reparto de miles de millones de dólares en un inventario inauditable de proyectos, contratos, subsidios y afines, entonces es imposible que aquello no devenga en una madeja de corrupción internacional.
¿O todavía se puede razonablemente dudar de que donde la Pdvsa rojiza mete las narices también mete las manos?
Si la mitad de las cuantiosas reservas en divisas del Estado se encuentran en unos fondos semi-clandestinos, de los cuales salen millardos de dólares o euros para comprar deuda chatarra de Argentina o Ecuador, o para financiar el lobby fidelista o chavista en medio mundo, o para comprar armas al por mayor, entonces se hace obvio que esa plataforma termine funcionando como un consorcio lavador.
Si Chávez, Ramírez y el entorno más cercano han manejado el despacho de más de 25 mil millones de dólares en "iniciativas" foráneas, sean financieras, petrolíferas, políticas, sustanciales o fantasmagóricas, no hay que dar muchas vueltas para comprender por qué la supuesta revolución se parece cada vez más a un cartel de fines y modos ilícitos.
La condena estaba escrita, porque un Estado que quintuplica sus ingresos gracias a los altos precios del petróleo, y que al mismo tiempo suprime de hecho los controles institucionales sobre el manejo de sus recursos, se convierte en el lugar ideal para el asalto del botín, y en un imán irresistible para los asaltantes de cualquier procedencia y orientación.
Para añadir insulto a la herida, las andadas se envuelven en una retórica de exaltación patriótica y probidad republicana que dejarían pasmado al propio Ché Guevara.
Hace sus cuantos años que empezó a caminar la invocada espada, y con ella los sablazos bolivareros. De inmediato la chequera miraflorina inició su largo recorrido no sólo por América Latina sino por tutilimundi. En la actualidad la insignia de la revolución es una potente lavadora que no sólo limpia sino también ensucia.
Fernando Luis Egaña/flegana@telcel.net.ve
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