¿Socialismo o socialismo?
Armando Durán
El Nacional
Hace algún tiempo, cuando Hugo Chávez propuso la construcción del socialismo en Venezuela, planteó la necesidad de abrir un debate sobre lo que él llamó la “vía venezolana” para alcanzar esa meta.
Desde entonces, los venezolanos, en lugar de plantearse la histórica incompatibilidad entre socialismo y capitalismo, auténtico tema central del dilema nacional, prefirieron perderse en el laberinto de un debate que, además de infructuoso, le ha servido a Chávez como anillo al dedo: ¿neoliberalismo salvaje o comunismo opresor? Por esa época se puso de moda hablar de capitalismo solidario y de socialismo democrático. En el fondo, Simón Rodríguez. Inventar o perecer. Algo así como resucitar aquella engañosa oferta de Fidel Castro sobre el sendero humanista que él le proponía recorrer a los cubanos para superar las contradicciones de la sociedad: ni libertad sin pan, sostuvo a principios de 1959 a sabiendas de la inmensidad de su engaño, ni pan sin libertad, sino libertad con pan. Idéntico disimulo al de Chávez, cuando hace algunos años expresó su entusiasmo por la tercera vía de Tony Bair, opción que en cierto modo retoma Baduel ahora para de nuevo desviar la atención del público de las manos del prestidigitador y garantizarle así tiempo y espacio suficientes para terminar de armar su conspiración.
¿Acaso elogió Baduel al capitalismo como sistema económico y a la democracia liberal como sistema político? Cierto que describió los graves errores políticos y económicos del “socialismo existente” en la desaparecida Unión Soviética, y que condenó la fórmula marxista-leninista de disolución brutal, tanto de la propiedad privada como de la separación e independencia de los poderes públicos, pero cierto también que su crítica nada tuvo que ver con los principios del socialismo, sino sólo con las equivocaciones soviéticas al aplicarlos, deslices útiles de recordar para que Chávez pueda al fin inventar el socialismo del siglo XXI, eficiente, democrático y participativo, ¿por qué no?, que dentro de algunos años le brindará a Venezuela y a los venezolanos la felicidad total en este mundo.
Por esta simple razón, Baduel no trató de delimitar los campos de la revolución y del socialismo. Y no lo hizo, porque nadie tiene que recordarle que el socialismo es socialismo y el capitalismo, capitalismo. Y que lo demás es pura adjetivación para ayudar a enmascarar los escrúpulos que despierta en la conciencia de algunos antiguos socialistas haber dejado de serlo o la vergüenza social que sienten muchos si se les obliga a defender el impersonal imperio de la oferta y la demanda. En definitiva, mientras no se demuestre lo contrario, el objetivo del capitalismo seguirá siendo el lucro, así se le quiera colocar la máscara de un rostro más humano, y el del socialismo seguirá siendo la conquista del poder total mediante la abolición de la propiedad privada y los derechos políticos y civiles del individuo, aunque se intente fundamentar ese sacrificio de la libertad, sacrificio teóricamente pasajero, con la hipotética recompensa que recibiremos todos en un futuro siempre sin fecha predeterminada. Pero en uno y otro caso, independientemente de sus posibles variantes, el resultado siempre es el mismo. Ni libertad real, ni pan de verdad. Al menos en América Latina, donde, paradoja quizá de nuestra moderna Edad Media, todavía solemos creer en la quimera de un capitalismo solidario o en la falsa diferenciación entre dos posibles socialismos, uno bueno y otro malo.
A la postre, este falso debate ideológico sólo contribuye a enajenar la acción de los venezolanos no llamando nunca a las cosas por su nombre, y le facilita a Chávez la tarea, precisamente ahora, cuando una Constitución parece estar a punto de abrirle la puerta que conduce al abismo del poder total y la nada, de convertirse en el supremo dictador de América Latina. Entre el misticismo bushida y la teología de la liberación, el discurso de Baduel, escueto debate en términos de socialismo o socialismo, sencillamente pretende consolidar esta aspiración política de su jefe.
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