Sin cánticos de fútbol Un público desconocido colmó las tribunas. Eran fanáticos inexpertos
Música y baile sirvieron de antesala al choque entre los seleccionados de Venezuela y Bolivia en la Copa América 2007 (Reuters)
MARÍA JOSÉ REY PALERMO
ENVIADA ESPECIAL/EL UNIVERSAL
San Cristóbal.- La lluvia fue lo más constante que tuvo el día de la inauguración de la Copa América. Un cielo gris, gotas suaves y a veces intensas acompañaron a la ciudad en un día de fiesta, pero casi providencialmente dejó de llover dos horas antes de iniciar el partido.
Una celebración de fútbol se resumió en la presencia del presidente de la República, Hugo Chávez, en el estadio, una barra muy bien educada, que contrastó con la que apenas seis días antes había asistido al último amistoso que disputó Venezuela ante País Vasco.
El acto inaugural duró lo estipulado -no más de 25 minutos-, un show bien logrado en el que se mostró la música y cultura venezolana, y un toque regionalista con la niña Mayrena Pérez interpretando canciones andinas. Cristóbal Jiménez, Reyna Lucero y Cristina Maica realizaron una producción musical que incluyó el Alma llanera, mientras que Juan Carlos Luces entonó Gol, el tema oficial de la Copa.
El presidente Chávez, que había llegado al estadio junto a su homólogo Evo Morales y el astro del fútbol Diego Maradona, terminó en el medio de la cancha para que el "Diez" diera el puntapié inicial, a pesar de que el Comité Organizador insistió en que no habría. El ex futbolista argentino alentaba a la tribuna y la gente respondía complaciente. Hasta el punto que llegó a corear con entusiasmo: ¡Uh! ¡Ah! ¡Chávez no se va!
Pero las mismas tribunas que hace días, ante País Vasco, coreaban cánticos de fútbol y se metían en el partido, ayer eran aficionados inexpertos. Ese furor tachirense de gente curtida en el fútbol no se escuchó. ¡Uuhhh! ¡Ahhhh! Se escuchaba entre la ida y venida de la pelota. Largos silencios, cuando el hincha tachirense vive el partido cantando. Un público irreconocible. ¿Amanecieron otros hinchas?
La barra humana que ocupó casi 2.500 asientos saludó al Presidente, pero en ninguno de sus números ensayados se dibujan los nombres de los verdaderos protagonistas ni siquiera Juan Arango, el ídolo de la selección.
El tema de las entradas con las denuncias de boletos comprados por el Gobierno fue un recuerdo latente.
Al final el fútbol quedó reivindicado con la emoción que la vinotinto le imprimió al partido. La gente que no pudo entrar al estadio plenó los locales para ver el partido y otros asistieron a los lugares públicos donde habían pantallas gigantes. La ley contra las pancartas se cumplió, no las hubo, y las pocas Banderas de Venezuela incluyendo una del Deportivo Táchira fueron retiradas.
Tampoco se contó con la victoria de la selección nacional en su estreno. La alegría quedó contenida en el corazón, pues el empate es como una arruga en una hoja blanca. Un día raro, que puedo ser diferente.
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