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sábado, 9 de junio de 2007

Carta del Rector de la UCAB a los estudiantes

Los vi de lejos con asombro y los sentí cerca y –por qué no decirlo– con admiración y solidaridad. Fuera de nuestro país me preguntaban por el régimen y por ustedes y respondía con orgullo que en ustedes Venezuela lucha por su libertad y que nuestra amenazada democracia tiene futuro; la democracia que se construye con dignidad, libertad y justicia social. Los vi con la emoción de la juventud y con la madurez de quienes saben que la lucha es larga y la constancia es virtud indispensable. Ustedes no cayeron en las provocaciones para la violencia.

También percibí desconcierto de los cegados por el poder a quienes con razones ustedes enfrentaban. Las botas sólo tienen poder de aplastar a los que se arrastran y poco pueden contra las conciencias que vuelan alto. A la larga, frente a los cascos y los fusiles, triunfan la dignidad y la conciencia con las manos abiertas y tendidas para el necesario abrazo nacional.




Los vi defendiendo la Constitución, hecha en horas de buenas intenciones por quienes hoy la atropellan y la quieren secuestrar porque ella consagra las libertades, el pluralismo, la democracia participativa y la ciudadanía activa con un gobierno que rinde cuentas.

Millones de personas en el mundo con simpatía los ha visto tomar las calles para defender la libertad de expresión y de información para quienes piensan como el Gobierno y para quienes tienen críticas.

Al verlos comprendí que ustedes son auténticamente bolivarianos. Lo que más admiro en Bolívar es su espíritu e indómita fuerza interior en las horas más terribles de la derrota y de las dificultades.

Tal vez ningún año fue más terrible para el Libertador que el de 1815, luego de la espantosa derrota de la segunda República, la huida y dispersión de los sobrevivientes, el atentado de muerte contra él en Jamaica. En el mismo momento en que España, con la reaccionaria monarquía absoluta restaurada, enviaba sus mejores tropas al mando del general Morillo, exitoso en las luchas contra Napoleón. Derrotado éste en Europa, la restauración española contaba con el respaldo de las monarquías e imperios europeos unidos en “santa alianza”. En medio de esa noche oscura y sin rendijas de luz, el Libertador siguió creyendo en el amanecer y seguía activo.

Morillo desde Margarita, en el año 1815, extendió su dominación sobre Venezuela y Nueva Granada dejando sólo espacio para las guerrillas dispersas.

Sucre tenía 20 años, llevaba 4 luchando por la Independencia, y no estaba dispuesto a escuchar el consejo del rey de España a los curas y a los padres para que cuidaran a sus niños y señoritos de las manipulaciones de los subversivos. ¡Siempre la misma ridícula conseja! Pronto empezó a cambiar la causa de la Independencia con tres acciones de gran simbolismo y consecuencias prácticas: la llamada desde Ocumare de la Costa a los esclavos a conseguir la libertad con la República; el establecimiento de instituciones y Constitución republicanas en el Congreso de Angostura, y el abrazo con Páez y sus mestizos y zambos a caballo en la inmensidad llanera de San Juan de Payara. Cuando las conciencias se prenden la represión es inútil e impotente. La omnipotencia dominadora de las curtidas tropas españolas fue retrocediendo y pronto vino la independencia de la Nueva Granada y el triunfo de Carabobo. El mismo Morillo terminó admirando la resistencia; comprendiendo la insensatez de la España reaccionaria abrazó a Bolívar en Santa Ana de Trujillo y se retiró con sus tropas a España, convencido de que la razón estaba de este lado. Con las conciencias encendidas y decididas, los fusiles son inútiles.


Lejos de la patria, jóvenes universitarios, busqué la mejor forma de acompañarlos a distancia y acudí a una pequeña y silenciosa capilla y hablé con Dios, siempre en la intimidad de quienes actúan desde el fondo de su conciencia (cada uno la suya) y luchan por la dignidad y por la libertad, con un amor que incluye a los que están enfrente armados y quieren ahogar con bombas lacrimógenas su razón y su amor a Venezuela. Ahí, en el silencio, volví a escuchar desde adentro la palabra imperecedera de Jesús de Nazaret: “La Verdad los hará libres” y el amor es más fuerte que la muerte. En el amor y la lucha por la dignidad de todos trasciende la vida con pleno sentido.


Con ustedes grito ¡Libertad!

Carta abierta a los estudiantes
Luis Ugalde
Publicada en El Nacional

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