Los benemeritos
Por Teodoro Petkoff - TalCual
Cuando se oye a Chávez exponer su “teoría del pincel” —esa según la cual Venezuela es un “cuadro” que sólo él puede pintar y que traspasar el “pincel” a otro “pintor” pondría en riesgo todo el “cuadro” — es imposible no recordar la famosa teoría del “gendarme necesario”. En su Cesarismo Democrático, Laureano Vallenilla Lanz racionalizó la defensa de la brutal dictadura de Juan Vicente Gómez precisamente con el cuento de la “imprescindibilidad” del caudillo que pone “orden” y, sobre todo, lo garantiza con su permanencia indefinida en el poder.
La Reforma Constitucional, cuya columna vertebral es la reelección indefinida y la concentración de un poder realmente imperial en manos del Presidente, está emparentada, pues, con la más reaccionaria, la más perversa, de las teorías sociológicas venezolanas. Esa que postula la incapacidad del pueblo para autogobernarse, considerando a aquél como una suerte de “menor de edad” eterno, no preparado nunca para la vida democrática y obligado, por tanto, a aceptar la presencia de una suerte de tutor perpetuo, el inefable “gendarme necesario”.
El “Socialismo del Siglo XXI”, en lugar de “empoderar” al pueblo, en lugar de desarrollar sus “poderes creadores”, que dijera Aquiles Nazoa, le arrebata incluso los poderes relativos que le otorga la democracia representativa. “Chávez es el pueblo” deja de ser un mero eslogan electoral para transformarse en una definición sociológica y política del poder. El pueblo delega su “voluntad general” en el Líder, en el Führer, en el Duce, en el Comandante en Jefe, quien, a su vez, la resume y expresa.
Esto, por supuesto, no tiene nada que ver con un supuesto socialismo de este siglo, un socialismo nuevo, que no se inspiraría en el modelo soviéticocubano, sino que surgiría del robinsoniano “inventar o errar”. Aquí, tal como lo pone de bulto la reforma constitucional, no se está inventando ningún socialismo sino que se está invocando el espíritu del comunismo del siglo XX. “Socialismo” es un concepto que supone la materialización, por vía de la igualdad y la justicia social, de la definición que diera Abraham Lincoln de democracia: gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. No hay socialismo sin democracia. No hay socialismo sin los mecanismos democráticos que hagan posible la participación del pueblo en los procesos de toma de decisiones políticas y administrativas a todos los niveles.
Poder del pueblo no es sólo decidir sobre las alcantarillas que deben construirse en el barrio sino involucrarse en las grandes decisiones de política nacional.
El comunismo soviético, con su réplica caribeña, despojó de todo sentido democrático al socialismo, dotándolo de un significado dictatorial y totalitario, en el cual el gran ausente ha sido siempre el pueblo; mudo, sometido a los designios de un poder político omnímodo, casi siempre encarnado en un líder providencial, en el “gendarme necesario”. Chávez se inspira en Gómez.
Quién lo habría dicho.
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