Hipocresía hipócrita
Hipocresía hipócrita Orlando Viera Blanco El abogado del diablo
Trasciende que a la par del compromiso ético originario devenido de juramento hipocrático como lo es curar al prójimo y actuar siempre en beneficio del ser humano, también predomine la irrestricta discreción y mesura con el cual debe conducirse el arte de salvar vidas, cuestión no divulgable, vanagloriosa y mucho menos jactanciosa en lo político. Empero descaradamente graduandos venezolanos en aulas cubanas y médicos de la isla, son exhibidos en la arenga como verdaderos héroes a quienes les decretan fútilmente todas las virtudes apolonias. Al tiempo, disfrutan de los mejores puestos de trabajo, buenos salarios, “batas nuevas y bien planchadas”, en desmedro de los médicos locales. Y seis mil jóvenes galenos patrios han decidido partir.
La irresponsable politización de la medicina ha marginado a nuestros médicos de los “invitados”. Mientras los nuestros ganan tanto o menos que un obrero o un buhonero, los afectos al noble linaje hipocrático del Che, obtienen mejores atenciones, más que los mismos pacientes. Y los hospitales y la asistencia médica, en el piso.
Es inconcebible que muchos de nuestros médicos tengan un salario tres veces inferior al de la cesta básica, mientras ingentes recursos del Estado son destinados a cubrir necesidades en otros países. Es inconcebible que con más de 500 mil millones de dólares en ingresos no se haya construido en el país una red hospitalaria digna y bien equipada, cuando en países como Colombia, Brasil, México, Panamá, Perú, la salud pública está a la altura de la privada y más. Es inaceptable que la reconocida por décadas como una de las mejores escuelas de medicina del mundo como los es la de nuestra alma mater, hoy pretenda ser sustituía por una confusa y amañada importación de médicos cubanos.
Es ofensivo la manera discriminatoria y despreciativa como el gobierno está tratando a nuestros médicos pretendiendo no darse cuenta que con ello el que más sufre, es el paciente. Y el tema de la regularización de las clínicas privadas es otra pisada de bota que no busca otra cosa que hacer proselitismo del tema salud, en un país que no tiene otra alternativa que asegurarse y depender de las clínicas privadas, para ser atendido.
Podemos comprender la voluntad social de aminorar o sincerar los costos de la medicina privada, pero lo que resulta intolerable, es el maltrato, la relegación y la displicencia con el cual se trata a los galenos locales por el sólo delito de no levantar la bandera de una revolución.
Si un profesional merece respeto y consideración es el médico. Respeto igualmente a los profesionales de la medicina de cualquier latitud. Pero es imperativo que cada uno de ellos, conserve la debida discreción, solidaridad, prudencia y humildad que le ordena el juramento hipocrático.
Felicito a los jóvenes venezolanos graduandos de escuelas de medicina Cubana, porque para nada es deleznable su esfuerzo, su vocación y su compromiso… Pero repudio con la misma intensidad que estos muchachos y otros no nacionales, se presten al juego político envestidos de esa credencial y regresen o vengan al país a colgarse un estetoscopio a la par de pasearse con un librito de Marx, pretendiendo dar clases de moralidad hipocrática y peor aun, de sensibilidad social a los nuestros. Desdecir así sea implícitamente, de los valores, de las pericias, del profesionalismo y en fin del amor por la medicina y por el prójimo de nuestros médicos venezolanos, no es propio de la nobleza apolónida…
Como hijo, hermano, familiar y doliente de tantos nobles médicos de nuestro país; como testigo vivo del juramento hipocrático cumplido por papá, médico y humanista entregado a la medicina, a sus pacientes -siempre los más humildes- a la investigación y a sus alumnos de la UCV por casi cinco décadas, no puedo más que concluir que ese sentido “ético-revolucionario” que enaltece la medicina de allá, no es más que expresión de hipocresía de ese otro juramento librado en la sombra…del samán de güere.
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