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miércoles, 26 de septiembre de 2007

El anticuado Ortega


Editorial. EL NACIONAL
Es por lo demás lamentable que el pensamiento político latinoamericano se haya estancado de una manera tal que hoy, cuando los líderes de la región acuden a la cita en las Naciones Unidas, no se escuchan sino largas intervenciones vacías e insustanciales. Incluso, aquellas que en principio pudieran interesar a la opinión pública, como las de la presidenta Bachelet, de Chile, o de Lula Da Silva, de Brasil, por nombrar dos de los modelos de gobierno más o menos exitosos que tenemos por aquí, no han levantado sino los comentarios de rigor, y nada más. Es como si se asistiera para hacer coro obligado a las grandes potencias.

Desde luego que la cita en la ONU tampoco es para armar un alboroto y hacer un mitin, como lo hizo el año pasado el presidente Chávez y, ayer, su clon nicaragüense, Daniel Ortega. Pero sí es un encuentro mundial que bien aprovechado sirve para delinear, al menos en su conjunto, una visión latinoamericana de los proyectos de cambio y transformaciones que son necesarios no sólo en esta región sino en otras partes del mundo.

No es poca cosa lo que hemos vivido en estas décadas y lo mucho que hemos aprendido tanto de las dictaduras militares como de las democracias representativas que, por igual, han colapsado. También sufrimos una etapa durante la cual se nos usó como "países laboratorios", donde se aplicaron dura y ferozmente las recetas del Fondo Monetario Internacional, que llevaron a dolorosos descalabros sociales y alzamientos populares de gran envergadura.

Sin embargo, de esta experiencia tan rica, llena de vida y muerte, de exiliados y desaparecidos, de luchas y reflexiones, no parece surgir un pensamiento que permita proponer un verdadero desarrollo en libertad, sino que, por lo contrario, nos ha traslado (con las sutilezas de rigor) a los años 50 y 60 del siglo XX, cuando los derechos humanos y civiles eran dejados a un lado y predominaba el sacrificio de las generaciones en función de un modelo desarrollista y supuestamente democrático o socialista.

Que no haya surgido en América Latina una nueva propuesta luminosa, alternativa y revocadora de las viejas prácticas políticas nos dice mucho de las flaquezas intelectuales e ideológicas del momento que vivimos. De allí que cuando en Chile, Brasil o Venezuela, el jefe de Estado, Presidente o comandante supremo, (igual da) habla y le propone un proyecto a la nación lo hace en los términos más flacos y simplone s, para que sean apoyados mas no discutidos y criticados. Es el triunfo arrollador de la práctica y de los fines, de la manipulación y la demagogia.

Este hueco en el camino de la historia de la región es tan grande que, ayer por lo menos, se tragó al presidente nicaragüense Daniel Ortega, quien dedicó su discurso en la ONU a atacar el imperialismo y a Bush, y a elogiar a Fidel y Chávez. Tales simplezas sólo nos indican la flojera cerebral del antiguo comandante guerrillero (hoy despreciado por sus compañeros de lucha) y su profundo apetito por los petrodólares.

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