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martes, 11 de diciembre de 2007

Difícil cambio de rumbo en política exterior


Elsa Cardozo
La reacción de Chávez luego de la aceptación de la derrota anuncia riesgos regionales para quienes le son cercanos y lejanos / "La derrota del Sí fue un golpe duro. Para países y movimientos regionales significa constatar que Chávez no es imbatible"

Aunque parezca extraño, el triunfo del No a la reforma constitucional pretendida por el presidente Hugo Chávez hubiera podido darle un respiro a su gobierno. Pudo haber sido una válvula de escape de las crecientes presiones nacionales, en vista de la reacción constructiva de los líderes opositores encabezados por un movimiento estudiantil que no ha dejado de convocar al reencuentro y que se negó una y otra vez a caer en la trampa de convertir la consulta en un plebiscito sobre Chávez.

También hubiera podido darle nuevos aires al Presidente tras una sucesión de costosos traspiés internacionales que han ido reduciendo su margen de maniobra en el mundo. Pero no ha sido así.

La tensa serenidad del discurso del lunes por la madrugada -que acompañó la aceptación de la "victoria pírrica" con un "por ahora" se rompió en los días siguientes con una carga de agresividad, improperios y amenazas que no hacen más que mostrar ante propios y extraños no sólo el enorme déficit democrático del proyecto socialista bolivariano, sino sus grandes debilidades y fracturas. También anuncian riesgos regionales para quienes le son cercanos y lejanos.

Traspiés y eventos desafortunados. Tengamos en cuenta el contexto de la derrota del proyecto de reforma y de las reacciones presidenciales.

No es poco el daño internacional acumulado para una propuesta política que no ha disimulado nunca la significación que otorga a su expansión continental y, en general, a sus alianzas internacionales. Lo ha asumido así, aún al costo de molestar a gobiernos amigos (y ni hablar de los demás) y a expensas de recursos necesarios para atender necesidades cada vez más acuciantes de los venezolanos. La sucesión de traspiés desde mediados de este año fue muy bien presentada en las páginas de este diario por Valentina Oropeza hace pocos días.

Valga recordar sus efectos sobre ideas expresamente valoradas en los planes del presidente Chávez: más retrasos para el ingreso en el Mercosur; debilitamiento de los vínculos que permitirían dar impulso al proyecto suramericano (Unasur); pérdida de confianza -más allá del Gobierno colombianotras los desvíos políticos y la suspensión de la mediación sobre el canje humanitario; deterioro de la relación con España, puente natural para los vínculos con la Unión Europea; pérdida de peso en la OPEP por el afán politizador de vínculos tan complejos en un momento en extremo delicado para el Medio Oriente.

Las cosas no iban bien, tanto más si les sumamos eventos como las complicaciones de la transición cubana, la gravedad de la situación boliviana (el propio Heinz Dietrich dixit) y las disidencias dentro del sandinismo ante las arbitrariedades del gobierno de Daniel Ortega en Nicaragua.

La derrota en las urnas... y la reacción. La derrota del Sí fue un golpe duro: por lo mucho que estaba en juego y porque tomó por sorpresa al Gobierno. Para países y movimientos regionales -alegría de unos, tristeza de otrossignifica constatar que Chávez no es imbatible, que su proyecto socialista acompañado por la reelección indefinida no es aceptado por los venezolanos.

Es más, que es electoralmente derrotable, sin que medien los despliegues de la guerra asimétrica tantas veces anunciada y generadora de un gasto militar exorbitante.

Con todo, pudo convertirse esa derrota en un valioso recurso para recuperar confianza y proyección nacional e internacional; claro, en otros términos: a partir de una revisión de los lineamientos políticos que han venido conduciendo al país a sucesivas confrontaciones, reduciendo en el camino su margen de maniobra y sus opciones de desarrollo.

Lo que efectivamente se ha perfilado a apenas una semana de la consulta es, en cambio, la reafirmación del más extremo y polarizante discurso de descalificación y de amenazas a cualquier manifestación de oposición o siquiera crítica, incluidos los resultados de la consulta.

Así las cosas, ya no sólo se ve regionalmente a un Chávez cuyo proyecto voceado e impulsado contra viento y marea ha sido derrotado en las urnas, sino que exhibe sin disimulo sus carencias democráticas y tendencias totalitarias. Además, la negativa a aprender del momento para revisar errores en muchos ámbitos -como aconsejan personas cercanas a su proyectopermite prever dificultades políticas, económicas y sociales muy difíciles de manejar.

Proyección de ingobernabilidad. Si los tropiezos previos al la consulta del 2 de diciembre afectaron seriamente relaciones de importancia estratégica, las reacciones del Gobierno tras la derrota -más que el resultado mismogenerarán más desconfianza y pérdida de respeto. Entre los aliados más cercanos -como Cuba, Bolivia y Nicaraguabien pudiera ganar terreno la diversificación de vínculos que no les hagan depender tanto del irascible e intervencionista presidente venezolano. Entre socios como Brasil y Argentina, el distanciamiento político seguramente acompañará cada vez más -con el léxico y formas de sus diplomaciasa las conveniencias mercantiles y financieras.

Para vínculos más y menos tensos -como con Colombia y Chile- ha quedado en "blanco y negro" que con el gobierno de Chávez no hay pactos duraderos sobre la base del respeto a la diversidad de criterios. En esos y otros ámbitos, el "por ahora" inicial no hace otra cosa que confirmar un esquema de conducta exterior delineado en el Plan de Desarrollo 2007-2013 antes que en el proyecto de reforma: antiimperialista, financiado intensivamente por el petróleo y "transversal" (por irrespetuoso de fronteras y soberanías ajenas).

No hay por lo pronto, lamentablemente, indicios que lleven a pensar que habrá una reconducción de las relaciones con el mundo, para dedicar mayores y mejores esfuerzos que contribuyan a la reconstrucción del país. En cambio, el agresivo impulso interior generador de ingobernabilidad amenaza con seguirse proyectando al exterior.

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