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domingo, 11 de noviembre de 2007

Estamos sobre un volcán


Venezuela vive en estos precisos momentos la crisis más profunda de su historia republicana. No hay un solo venezolano que no esté sufriendo sus devastadores consecuencias. No importa si es civil o uniformado, pobre o rico, creyente o agnóstico. El país ha sido cruenta y dramáticamente dividido en dos parcialidades: de una parte una camarilla corrupta y dictatorial, que ha decidido imponerle a la inmensa mayoría de los venezolanos un régimen autocrático y represivo, una tiranía fascista como no hemos conocido ni siquiera en los peores momentos de nuestro pasado y convertir a nuestra patria en la plataforma de lanzamiento de una guerra continental, sometiendo y militarizando la región tras el proyecto original del castro fascismo cubano. Corrompiendo y desestabilizando, primero – mediante maletines de petrodólares y círculos conspirativos - e imponiendo luego un modelo de perversión de las instituciones para asentar finalmente despotismos nacionales al servicio de los afanes imperiales de Fidel Castro y su epígono Hugo Chávez: conquistar el poder y vaciar las instituciones de su médula democrática mediante el expediente de asambleas constituyentes. Todo ello suficientemente adobado con viejas recetas de control político y policial, fracasadas históricamente y culpables de la ruina y la desaparición de decenas y decenas de millones de seres humanos sobre media faz del planeta: el socialismo totalitario. Sumado a cualquier suerte de talibanismo.

Nueve años ha tardado el proyecto castro fascista en hacerse con el Poder total del Estado venezolano – por las buenas y por las malas – para pretender el asalto final montando una dictadura totalitaria de nuevo cuño. Ese asalto final y definitivo tiene hoy nombre y apellido y está a punto de consumarse: reforma constitucional. Es el parapeto seudo legal que encubre un auténtico e indoloro golpe de Estado. Como lo acaba de señalar sin ambages el soldado más importante del proceso y a quien Hugo Chávez le debe la presidencia de la república: el general Raúl Isaías Baduel. Se trata, ha dicho Baduel, de un golpe de Estado constitucional, en el mejor estilo hitleriano. Para luego, exactamente como también lo hiciera Hitler, gobernar eternamente mediante el expediente del estado de excepción. Sin otra constitución que la cortada a la medida del autócrata y sin otro objetivo que entronizar el instrumento de manipulación, control, represión y sometimiento de las mayorías ciudadanas: el Estado unipersonal y vitalicio en manos del teniente coronel Hugo Chávez.

Para llevar las cosas hasta este punto de no retorno, Chávez ha tenido que jugarse todas sus cartas y empujar a todos sus aliados y seguidores hasta el borde mismo del abismo. Obligándolo a romper con los sectores democráticos de entre todos sus aliados, particularmente el partido PODEMOS, blindarse tras los sectores más radicalizados de su proceso – siempre bajo la atenta observación, consejo y control gerencial de los aparatos de dominación cubanos que hoy gobiernan en nuestro país – y apostar al exitoso asalto final a las casamatas de la sociedad civil: universidades, medios de comunicación, iglesias, academias, medios educativos y el conjunto de las organizaciones democráticas sobre las que se sustentan las ideas y creencias que alimentan los fundamentos democráticos, republicanos y civilistas de nuestro sistema de vida. Es el crimen que el chavismo radical y castro-fascista pretende adelantar a partir del propio 3 de diciembre. Que nadie se llame a engaño.
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Este golpe constitucional de facto, aunque maquillado por un fraude referendario, ha generado reacciones absolutamente inesperadas. Del seno de su alianza gobernante se ha desgajado un importantísimo sector político, hasta ahora visible en las figuras de Podemos y el PPT, a los que en la sombra se suman concejales, alcaldes y gobernadores a lo largo y ancho del país, todos pertenecientes al oficialismo. Han respaldado hasta hoy al proceso, en tanto mostraba aristas populares y democráticas. Y mientras las andanzas totalitarias del teniente coronel parecían simples escaramuzas de un fanfarrón impenitente. Pero ahora, cuando ven torcerse el camino del proceso hacia un objetivo autocrático, personalista, despótico y autoritario sin máscaras ni disimulos, deciden guardar silencio, dejar al caudillo entregado a sus propias fuerzas y restarle todo respaldo. Eso es lo que explica el patético fracaso de la movilización del domingo último pasado en la Avda. Bolívar.

Miente Hugo Chávez cuando declara haber estado perfectamente informado con cuarenta y ocho horas de anticipación de que al mediodía del lunes 5 de noviembre de 2007 recibiría un golpe demoledor de parte del primer oficial de la república – general y soldado de verdad verdad, no decorativo y de pacotilla como el mismo teniente coronel y el trisoleado que hoy le sirve de embajador en Lisboa. De haberlo sabido hubiera movido cielo y tierra por impedirlo o hubiera preparado una contraofensiva como Dios y las leyes de la guerra ordenan: no ese sainete farsesco de dos pobre hombres que sólo una perruna lealtad y su disposición a amparar todos los crímenes del jefe pudieron encumbrar a alturas absolutamente inmerecidas. Patéticas, en efecto, las declaraciones de García Carneiro y Maniglia. Y peores las de todos los mastines que el caudillo ha echado a ladrarle los tacones a quien le vuelve sus espaldas. En un momento crucial y dramático para su sobrevivencia.

El frente de combate abierto por el único soldado de su entorno y a quien le debe agradecer encontrarse en Miraflores y no en el exilio o en una cárcel de máxima seguridad, ha debido estremecer a las fuerzas armadas. El golpe recibido por el proyecto totalitario del castro fascismo el 5 de noviembre es una carga de profundidad. Muy posiblemente irreversible. Y seguramente sin retorno.

Pues independientemente de lo que suceda el 2 de diciembre, lo que entonces se imponga es, por su propia naturaleza, medularmente inconstitucional: un golpe de Estado. No importan los porcentajes con los que se pretenda darle visos de legitimidad constitucional. Es la parte más importante de la oración expresada con solemnidad aquel día del juicio final por el general Baduel. La propuesta, en todos sus incisos y parágrafos, es anticonstitucional. ¿Podría llegar a serlo gracias a un juego de birlibirloque electorero? La respuesta implícita de Raúl Isaías Baduel es taxativa: de ninguna manera.
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La segunda parte de la declaración emitida este pasado lunes 5 de noviembre por el general Baduel constituye un ultimátum salido del seno de las fuerzas armadas: se trata de un grave, un perentorio y urgente llamado de atención a Chávez, al chavismo y al país entero.

Dice Baduel – y no en calidad de ciudadano cualquiera, sino como el general de mayor ascendiente en el seno de la institución que comandara hasta hace tres meses – que el último expediente legal, democrático y constitucional con que contamos para impedir la consumación del golpe de Estado es votar NO y así rechazar la propuesta. Implícitamente, expresa sin embargo que una vez consumado el golpe estamos ante un nuevo escenario político y sobre todo militar: estaremos ante un régimen inconstitucional, brotado de un golpe de Estado. POR AHORA y como forma de evitarlo, Baduel plantea el voto por el NO. Luego del 2 de diciembre, se abre no obstante un abanico de posibilidades que el régimen empuja hacia el terreno que Baduel pretende ahorrarnos con su dramático llamado. El del enfrentamiento final y definitivo. Que hoy por hoy luce absolutamente inevitable.

Es la advertencia que los partidos opositores, incluidos desde luego aquellos sectores democráticos desgajados del chavismo, y el conjunto de los sectores constitucionalistas de nuestras Fuerzas Armadas están en la obligación de procesar. Más allá de votar o no votar, de participar en las elecciones o de abstenerse, está el hecho brutal de tener que enfrentar a partir del 3 de diciembre un régimen de facto, ilegítimo y usurpador de la voluntad soberana y constituyente. Un golpe de Estado que ningún resultado electoral puede legitimar. Pues se trata de un cuerpo de Ley cocinado a espaldas del pueblo, impuesto a rajatabla contrariando y violando sus principios fundamentales y legalizando la más grave amputación y cercenamiento sufrido por la república a lo largo de sus casi dos siglos de historia. Es un putch disfrazado de referendo. Un golpe de Estado travestido de voluntad popular.

Imposible calibrar por ahora cuál de las dos vías es la más apropiada para debilitar, fracturar e impedir el proyecto totalitario del teniente coronel Hugo Chávez: si votar o abstenernos. El tiempo tiene la palabra. En todo caso, cualquiera de las vías que se escojan lejos de ser antinómicas constituyen formas perfectamente compatibles para expresar nuestro rechazo al golpe de Estado y unir nuestras fuerzas luego del evento electoral para rescatar nuestra democracia. Tal cual lo expresara el rector de la UCAB, Luis Ugalde. Exigir el retiro de esta reforma, como lo ha hecho la iglesia, o impedir la celebración de la farsa, como lo demandan otros sectores, sería el desideratum. De lo contrario, iniciar ya los preparativos para la lucha contra un gobierno ilegítimo. Acompañados de quienes han jurado ante Dios, la bandera y la constitución respetar y hacer respetar las leyes de la república. Lo fundamental, por ahora, es impedir la consumación de un régimen totalitario en nuestra patria. Y sacar al dictador en el menor tiempo y al menor costo posible. Para reconciliarnos luego como una sola familia y dar paso a la construcción de la Venezuela del futuro: democrática, pacífica, moderna, justa y solidaria. En la que las Fuerzas Armadas vuelvan a ocupar un papel de honor cumpliendo con su sublime obligación constitucional: defender nuestra soberanía y cautelar los derechos humanos de todos los ciudadanos. Sin importar color, religión ni posición social.

Dios quiera asistirnos, para lograr esos magnos objetivos pacíficamente. En ese su afán constitucionalista y pacífico concuerdo plenamente con el General Raúl Isaías Baduel. Es la voz de la sensatez que brota de lo profundo de nuestras Fuerzas Armadas en momentos de máximos desafueros. Que el destino nos ahorre el mal que esos desafueros presagian.

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