Necesario es actuar!
Si nosotros no actuamos estamos “jodidos”. Y “actuar” no es precisamente decidir si vamos a votar o no. Sí vamos a votar, vamos todos. Los que hasta ahora mantienen la urgencia de un “350″ que no sabemos cómo hacerlo posible, los que abogan por la total abstención y los que consideran que la única manera de manifestarse es votando por el “no”. Y si no, nos abstenemos todos.
Pero hay que actuar. Porque no es que Chávez puede ser “para siempre”. Es que lo será si este país no actúa. En las elecciones pasadas cuando definimos a pesar de las ventajas y los abusos cuatro millones y medio, se quedaron millones sin votar y con los que esa cifra se hubiera convertido en un verdadero dolor de cabeza, por lo menos, para aquéllos que manoseaban nuestra decisión. Hay muchos venezolanos que hoy ganan más dinero y creen que lo van a ganar toda la vida. Y no. Con esta “reforma” llegaran a ellos y sentirán entonces el amargo sabor de la cómplice aceptación que los hizo quedarse en sus casas o viajando.
Pero no vamos a hacer nada ni a lograr nada si no damos el primer paso: unirnos en una sola y única decisión. Tenemos que medir resultados. La vez pasada no fuimos a votar. Y allí está la Asamblea roja rojita dándole viso legal a todas las ilegalidades. ¿Qué ganamos con eso? Uno decía… “bueno, este pueblo no se va a calar eso. Mejor que no haya oposición para que acaben de demostrar su ineficiencia”.
Y allí están, ineficaces igualmente pero son manos levantadas a la hora de aprobar lo ilegal y autoritario.
Los partidos políticos que simularon una unidad quebradiza renunciaron al final en fila asumiendo la opción de quienes convocaban a la abstención. Quedó algo, sin embargo: supimos cuántos no tenemos miedo ni estamos resignados a aceptar esta pesadilla. Casi cuatro millones y medio, que hoy están quietamente esperando a ver qué se decide.
Pero es que esa decisión es de nosotros. El “sí” o el “no” está en nuestras manos. Tiene que nacer de cada uno y todos.
Por sobre todas las cosas tenemos que ser comprensivos y respetuosos de la voluntad de cada uno y todos, no podemos seguir desgarrándonos unos a otros porque disentimos. Ya basta de ahorcar la esperanza acabando con los hombres valiosos que titubean como si no lo hiciéramos nosotros mismos.
Es impresionante y cruel ver cómo estamos siempre prestos a acusar a uno y otro, a impulsar el chisme, a descalificar sin pruebas.
Para el chavismo no importa si eres asesino, si eres “rojo, rojito”. Nosotros, de inmediato, porque fulanito no nos tiró “a la calle” es un traidor.
¿Por qué votar si hay un fraude? Hay mil razones, la primera, porque en este momento cualquier provocación al poder absoluto significa dolores de cabeza para el Gobierno y para nosotros mismos que estamos vivos, que estamos aquí y sabemos lo que se nos viene encima. Si no, ¿qué hacemos?, ¿cómo lo hacemos?, ¿permaneciendo en casa esperando que nos confirmen que Chávez se quedará para siempre en el trono de nuestros errores?, ¿que su casa ya no será suya por nuestra apatía?, ¿que sus hijos “serán como el Che” por su indolencia? Venezuela no necesita más héroes de “pacotilla”. Pero sí un acto heroico que nos devuelva la fe.
Todos los hombres libres están comprometidos en el intento por lograrlo. El miedo nunca ha resuelto lo que resuelve el valor. Nos toca ser valientes porque si perdemos, perdemos todo y lo que nos espera es un país de rodillas, expuesto a guerras siniestras. Una hoguera de armas y odios desconocida y ajena.
Pero hay que actuar. Porque no es que Chávez puede ser “para siempre”. Es que lo será si este país no actúa. En las elecciones pasadas cuando definimos a pesar de las ventajas y los abusos cuatro millones y medio, se quedaron millones sin votar y con los que esa cifra se hubiera convertido en un verdadero dolor de cabeza, por lo menos, para aquéllos que manoseaban nuestra decisión. Hay muchos venezolanos que hoy ganan más dinero y creen que lo van a ganar toda la vida. Y no. Con esta “reforma” llegaran a ellos y sentirán entonces el amargo sabor de la cómplice aceptación que los hizo quedarse en sus casas o viajando.
Pero no vamos a hacer nada ni a lograr nada si no damos el primer paso: unirnos en una sola y única decisión. Tenemos que medir resultados. La vez pasada no fuimos a votar. Y allí está la Asamblea roja rojita dándole viso legal a todas las ilegalidades. ¿Qué ganamos con eso? Uno decía… “bueno, este pueblo no se va a calar eso. Mejor que no haya oposición para que acaben de demostrar su ineficiencia”.
Y allí están, ineficaces igualmente pero son manos levantadas a la hora de aprobar lo ilegal y autoritario.
Los partidos políticos que simularon una unidad quebradiza renunciaron al final en fila asumiendo la opción de quienes convocaban a la abstención. Quedó algo, sin embargo: supimos cuántos no tenemos miedo ni estamos resignados a aceptar esta pesadilla. Casi cuatro millones y medio, que hoy están quietamente esperando a ver qué se decide.
Pero es que esa decisión es de nosotros. El “sí” o el “no” está en nuestras manos. Tiene que nacer de cada uno y todos.
Por sobre todas las cosas tenemos que ser comprensivos y respetuosos de la voluntad de cada uno y todos, no podemos seguir desgarrándonos unos a otros porque disentimos. Ya basta de ahorcar la esperanza acabando con los hombres valiosos que titubean como si no lo hiciéramos nosotros mismos.
Es impresionante y cruel ver cómo estamos siempre prestos a acusar a uno y otro, a impulsar el chisme, a descalificar sin pruebas.
Para el chavismo no importa si eres asesino, si eres “rojo, rojito”. Nosotros, de inmediato, porque fulanito no nos tiró “a la calle” es un traidor.
¿Por qué votar si hay un fraude? Hay mil razones, la primera, porque en este momento cualquier provocación al poder absoluto significa dolores de cabeza para el Gobierno y para nosotros mismos que estamos vivos, que estamos aquí y sabemos lo que se nos viene encima. Si no, ¿qué hacemos?, ¿cómo lo hacemos?, ¿permaneciendo en casa esperando que nos confirmen que Chávez se quedará para siempre en el trono de nuestros errores?, ¿que su casa ya no será suya por nuestra apatía?, ¿que sus hijos “serán como el Che” por su indolencia? Venezuela no necesita más héroes de “pacotilla”. Pero sí un acto heroico que nos devuelva la fe.
Todos los hombres libres están comprometidos en el intento por lograrlo. El miedo nunca ha resuelto lo que resuelve el valor. Nos toca ser valientes porque si perdemos, perdemos todo y lo que nos espera es un país de rodillas, expuesto a guerras siniestras. Una hoguera de armas y odios desconocida y ajena.
Isa Dobles
Diario El Mundo
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