Aprendiendo con Peña Esclusa
Por: Olavo de Carvalho (*)
Los directores y miembros de la Asociación Comercial de Sao Paulo guardan, sin duda, buenos recuerdos de Alejandro Peña Esclusa, ex candidato a la Presidencia de Venezuela, quien en mayo de 2006 participó en el Seminario “Democracia, Libertad y el Imperio de la Ley”, en la sede de la entidad, y allí hizo una impresionante exposición sobre los avances del comunismo en el continente, en especial sobre el poderío creciente del Foro de Sao Paulo (ver http://www.midiasemmascara.com.br/artigo.php?sid=4942).
Peña Esclusa no estaba acusado de ningún crimen, ni estaba bajo investigación. Sin embargo, necesitó una autorización especial de la Justicia de su país para poder viajar al Brasil. La exigencia de ese salvoconducto se debía exclusivamente a la estricta vigilancia que el gobierno venezolano comenzaba a ejercer en ese entonces sobre los enemigos reales o posibles del presidente Hugo Chávez. El hecho, en ese momento, sirvió de ilustración perfecta para las explicaciones que Peña Esclusa dio en Sao Paulo respecto a la eliminación progresiva de las libertades civiles y políticas bajo la dictadura de Chávez.
A diferencia de la audiencia presente en aquel memorable evento, los organizadores del “Foro Permanente por la Libertad”, en El Salvador, tuvieron que contentarse con el brutal hecho, sin explicaciones, de que esta vez Alejandro Peña Esclusa le fue sumariamente prohibido salir de Venezuela. La vigilancia, que ya era abusiva e insultante al más alto grado, se transformó en control y represión ostensivos (ver edición del 17 de octubre de http://notalatina.blogspot.com).
Aquellos que, frente a esta noticia, se sientan aliviados de vivir en Brasil en lugar de en Venezuela, no es preciso advertirles nada; el propio Peña Esclusa ya lo hizo: la dictadura de Chávez no es un fenómeno aislado, es apenas una manifestación local –un poco más avanzada en el tiempo– del plan estratégico más completo del Foro de Sao Paulo, destinando a transformar todo el continente en una unión de repúblicas socialistas, “reconquistando en América Latina lo que se perdió en Europa Oriental”.
Y aquellos que continúen pensando que Lula es una alternativa a Chávez, la respuesta vino del propio Lula en persona, en su discurso del 2 de julio de 2005, en el décimoquinto aniversario del Foro de Sao Paulo, donde confesó que, en su condición de Presidente de la República, intervino activamente en la política venezolana, ayudando a consolidar el poder de aquel cachorro insensato por el cual siente afectos de padre y de protector (ver http://www.olavodecarvalho.org/semana/050926dc.htm). Ninguna persona es una alternativa para un mal que esa misma persona creó e insiste en alimentar.
La única diferencia entre Venezuela y Brasil es la siguiente. Venezuela es una vitrina y un globo de ensayo de la revolución castro-comunista latinoamericana. Allí se arriesga y se expone, para medir las reacciones internas y externas, y luego transmitir al resto del Foro de Sao Paulo las señales para las debidas correcciones y ajustes de estrategia general. Por el contrario, Brasil, cuyo presidente fue fundador y líder máximo del Foro, es el centro vivo de esa organización, la sede de su comando y de su Estado Mayor. Por eso mismo, debe ser resguardado de miradas intrusas, protegido bajo una densa capa de verborrea y de camuflajes tácticos, pareciendo inofensivo porque es justamente la fuente esencial del peligro.
Cualquiera que, examinando los documentos del Foro y confrontándolos con las acciones de sus líderes, no perciba eso con mucha claridad, debe ser considerado un amateur totalmente incapacitado para hacer los análisis políticos más elementales o, por el contrario, una fuente consciente y muy hábil de desinformación, al servicio de la subversión continental; en ambos casos alguien indigno de confianza. Se incluye en este lote a la mayoría de los comentaristas políticos de los medios nacionales, a los analistas iluminados que pontifican en la Escuela Superior de Guerra y a los consultores estratégicos al alcance de nuestro empresariado. La agudeza de un análisis político se mide por la previsión acertada del curso de los acontecimientos. Desde hace quince años estos individuos se esmeran en equivocarse, pero su credibilidad no parece disminuir en nada por eso.
Según un reportaje del Washington Post, investigaciones recientes en el área de la sicología demuestran que la mayor parte de los seres humanos –con sus reglas habituales de pensamiento– creen más fácilmente en una mentira coherente, que en una verdad que las contraríe. Ahora bien, ninguna regla está más arraigada en la mente del empresariado brasileño que la creencia optimista en la estabilidad inquebrantable del orden económico que lo sustenta. Por más que los impuestos suban, por más que crezca el poder discrecional de las organizaciones izquierdistas, por más que las propiedades rurales y urbanas sean invadidas, quemadas y destruidas; por más gente que muera en las calles, blanco de las balas de los agentes de las FARC; por más que la propia actividad empresarial sea maniatada y criminalizada bajo el peso creciente de los controles burocráticos, hay mucha gente en esta clase que insiste en repetir el lema: “Todo el tiempo, en todos los aspectos, todo está yendo cada vez mejor”.
Comprendo que, en una sociedad caótica, sin valores tradicionales, ni mucho menos un orden público físicamente reconocible, la seguridad sicológica de tantas personas dependa del apego obstinado a ilusiones tranquilizantes. Pero cuando éstas caen, aquella seguridad se viene toda abajo de una vez. Es el pánico, la desorientación total, la parálisis absoluta ante el peligro presente. Entre una falsa seguridad y el pánico, existe, sin embargo, todo un rango de posibles reacciones diferenciadas, cuyo aprendizaje es la única esperanza de supervivencia en situaciones amenazadoras. Existe el estado de alerta, la atención redoblada, la anticipación a respuestas adecuadas, la preparación para acciones de emergencia.
En cuanto a nuestro empresariado, por no abdicar de la falsa seguridad –que en el fondo es miedo de entrar en pánico, y ya por eso es el mismo pánico disfrazado–, no desearán aprender a desarrollar las reacciones capaces de salvarlos del asedio general comunista que se anuncia para muy pronto.
(*) Olavo de Carvalho (www.olavodecarvalho.org) es un connotado filósofo brasileño, autor de numerosas obras de historia de la filosofía. Actualmente se desempeña como editor de Midia Sem Máscara (www.midiasemmascara.org) y como corresponsal del Diario do Comercio en Washington (http://www.dcomercio.com.br/).
Nota: La versión original en portugués, publicada hoy en el Diario do Comercio, está disponible en
http://www.dcomercio.com.br/noticias_online/922656.htm
Traducción: Fuerza Solidaria (www.fuerzasolidaria.org)
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