Modelo cubano a la venezolana
Editorial El Mundo. España
Si bien no se puede decir que Hugo Chávez haya engañado a nadie sobre sus verdaderas intenciones de convertirse en un dictador siguiendo el modelo de su admirado Fidel Castro, la reforma constitucional que presentó el miércoles en el Parlamento ha ido más lejos de lo que la oposición preveía, ya que supone un cambio radical de las estructuras políticas, del sistema económico y de la organización social del país. En la práctica, el texto de modificación de 33 artículos de la Constitución bolivariana que Chávez impulsó en el año 99 no es sólo una reforma. Es un nuevo texto constitucional hecho a su medida que podría definirse como «neomarxista» o «modelo cubano a la venezolana».
A lo largo de cuatro horas y media, Chávez se explicó ante la Cámara en la que tiene el 100% de los escaños -debido al biocot de la oposición a las pasadas elecciones- y lo justificó utilizando la vieja palabrería revolucionaria del siglo pasado. El presidente venezolano señaló que para culminar «la revolución» era necesario cambiar la ley para permitir su elección de forma indefinida. Según la actual Constitución, Chávez no podría presentarse a la reelección en 2013. Sus defensores aseguran que en las democracias occidentales, los políticos pueden presentarse cuantas veces quieran a las elecciones. Lo cual es cierto -y no siempre- para algunos cargos -como jefe de Gobierno, alcalde o diputado-, pero no en el caso de los jefes de Estado elegidos, que tienen limitación de mandato prácticamente en todos los países, sobre todo de Lationoamérica.
Aunque quizá lo que más incidencia vaya a tener en la vida de los venezolanos sea la nueva organización política, económica y social. Chávez quiere otorgar rango constitucional al llamado «Poder Popular» de «consejos comunales, obreros, estudiantes y campesinos», en lo que viene a ser un trasunto de los Comités de Defensa de la Revolución Cubana. Pero además asesta un golpe -ya veremos si definitivo- a la propiedad privada, al reconocer otros tipos de propiedades «social, socialista y pública». El Estado se reserva el derecho de confiscar una propiedad declarándola «de utilidad pública o social».
Con esta reforma, Chávez -que aspira a convertirse en un líder vitalicio- ha querido dejar claro que aspira al mismo poder absoluto que ha ejercido Castro, pero con la ventaja de no tener que depender de nadie debido a la riqueza petrolífera de Venezuela, que el presidente explota como quiere. Quienes en su día le recibieron con simpatía, como el Gobierno español, deberían tomar nota de lo que es capaz Chávez para no volver a equivocarse con él como lo hicieron entonces.
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