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jueves, 16 de agosto de 2007

"Mi constitución y yo"


Editorial El Nacional
Reforma a capella

La reforma constitucional que presentó a ayer el Presidente de la república merecerá, sin dudas, más de un editorial de este diario. Pero a la fuerza, debemos adelantarnos a sus palabras porque existen cuestiones concretas que marcan el inicio de una discusión que, si no se eleva a una escala allá de las distorsiones de la política inmediata, puede causar un daño innecesario para la oposición. No se trata de inhibir una crítica que, hoy más que nunca, debe resultar esclarecedora, pero siempre con un objetivo que la lleve a conseguir y obtener metas útiles para las sociedad en general.

¿Por qué usar el término "sociedad en general"? se preguntarán algunos y la respuesta es otra interrogante: ¿Por qué la oposición debe enchiquerarse en unos límites de actuación perfectamente definidos desde el Gobierno? ¿Por qué no ir más allá y recoger el guante lanzado por el Gobierno y revertirlo en una discusión intensa y perturbadora, en términos inesperados y no con la cantaleta de siempre? Veamos por ejemplo la manera como se ha manejado esta presentación urgente al país de una reforma que, por si fuera poco, debe en el plazo perentorio de seis meses (tiene que aprobarse en diciembre) modificar a fondo a la "mejor Constitución del mundo", según la expresión repetida y conocida del jefe de la revolución. Pero ¿por qué esa reforma no fue el producto de la consulta de todo el país sino de un conciliábulo presidido por una sola y, a la vez, omnipresente voz que se repite en el eco incesante pero poco fiable de sus colaboradores? Se trata pues de una reforma que sale de las sombras, o de las múltiples sombras que generan el hecho inolvidable de que el gobierno actual nació bajo una lluvia de denuncias de fraude y ventajismo. ¿Dónde reside entonces su pregonada y vigorosa legitimidad popular, o es simplemente el producto de una debilidad institucional y o de una flaqueza temporal de la oposición? ¿Por qué hablar en nombre del pueblo y promover una reforma constitucional tan a la ligera con apenas siete millones de votos (muchos en duda) que no son, ni mucho menos, 50% de la población electoral inscrita y con derecho a voto? Siendo hoy el Gobierno la primera minoría del espectro político, luego de las defecciones de Podemos, PPT y PCV, negados a integrar el partido único (y de la pérdida de tres gobernaciones que ello ocasionó, Aragua, Sucre y Amazonas, sin contar con el Zulia opositor, la mayor circunscripción electoral del país), resulta útil preguntarse en nombre de quién se está hablando, y si en Miraflores hay conciencia de que se recurre a la Asamblea Nacional y se presenta allí la reforma sólo como una humillación más para aquellos parlamentarios que han demostrado una fidelidad oficialista.

En verdad lo de ayer fue un trámite, es decir, la necesidad de guardar las formas y nada más. Todo está aprobado por una sola voluntad, y ello es intolerable porque esa voz que todo lo decide no ha abandonado su discurso de odio, división y discordia social.

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