La reconversión monetaria o cómo devaluar
Alexander Guerrero // El Universal
El cambio de una moneda por otra, generalmente con un nuevo nombre, ha constituido siempre una decisión política seguida de una voluntad, muchas veces demagógica, de abatir la inflación. De hecho es el reconocimiento de la incapacidad de los gobiernos en acabar con la inflación. Y mucha gente se pregunta ¿por qué los gobiernos no acaban con la inflación? La respuesta además de intuitiva está sólidamente fundamentada y evaluada empíricamente a través de los siglos: los gobiernos no abaten la inflación porque ella constituye un mecanismo político de financiamiento del gasto de los gobiernos, léase de los políticos a cargo del poder público. La demagogia se encarga del resto, de justificar el gasto público como mecanismo de redistribución de la renta; en los hechos, el resultado neto es mayor empobrecimiento y descapitalización.
Los fracasos en Latinoamérica, para no ir más lejos, de los llamados programas económicos de cambios estructurales de corte neoliberal, especie de compuestos esquizofrénicos constituidos de políticas de apertura y liberalización con crecimiento del gasto publico financiado con mayores impuestos y nuevos endeudamientos, curiosamente han cosechado la vuelta a la fuente de los males económicos y sociales que esos programas quisieran recomponer: a la matriz socialista redistributiva en democracia ahora hacia la sepultura de las libertades económicas y el acorralamiento de la propiedad privada como institución fundamental para la creación de riqueza. El "socialismo del siglo XXI" del neocomunismo venezolano y latinoamericano contiene esa propuesta de voltear el poder económico hacia el Estado, la vuelta por otros medios hacia el estatismo tipo soviético-cubano.
En cualquier caso, los males económicos no desaparecen, por el contrario se potencian, independientemente que el Estado se fortalezca no sólo por ingresos propios provenientes de la renta del petróleo, sino exprimiendo tributariamente la economía privada. De esos males, la inflación aparece como elemento fundamental del menú redistributivo socialista, inclusive en medio de una monumental abundancia de ingreso fiscal financiado por los precios del petróleo, el Gobierno ha fortalecido los mecanismos políticos y económicos generadores de la perversión inflacionaria: expansión del gasto mas allá de sus propias fronteras de largo plazo, eliminación de la autonomía e independencia del Banco Central, financiamiento del gasto con dinero de alto poder inflacionario por conversión de las reservas internacionales en presupuesto de gastos del Estado y sobrevaluación del tipo de cambio. Todo ello unido al debilitamiento de los derechos de propiedad y por envilecimiento de la moneda que ahora se dispone a cambiar, lo que en los hechos no es sino un maquillaje de la liquidez monetaria por eliminación de ceros, cuya mecánica podría imponer una devaluación de facto del bolívar "débil".
Por ello muchos se preguntan, no sin razón, por qué hay tener confianza que la fulana reconversión monetaria es neutral en términos de formación de precios, si la autoridad monetaria encargada de llevarla a cabo ha sido cómplice del desmontaje institucional de su autonomía e independencia para convertirse en una institución financiera ad hoc, o banco de inversión en manos del fisco ¿de la República?
Además de este entorno institucional y político que define un rol financiero para el BCV y que lo reduce a apenas en un tenedor pasivo de una fracción de divisas administradas por la República, porque le transfiere a otros entes financieros -Fonden y otros- de naturaleza fiscal más de la mitad de las reservas internacionales acumuladas, compartiendo con el Tesoro -fisco- las tareas de política monetaria y administrador de reservas internacionales, coexisten otros aspectos de naturaleza macroeconómica derivada de cinco anos de dispendio, derroche, malversación y gasto incontrolable del ingreso fiscal petrolero y de los impuestos que la gente y sus empresas pagan.
Ese entorno macroeconómico que se debilita a velocidad, porque la gallina que pone los huevos -PDVSA- ha reducido su renta por caída de la producción e incremento de sus gastos y costos, reduciendo el ingreso fiscal, frente a un desenfrenado gasto público, parte del cual financia la agenda revolucionaria, lo que a todo evento muestra las entrañas de un proceso político de costo elevado, solo financiable con el ingreso del petróleo.
En el mediano plazo, la debilidad macroeconómica inducida por el incremento del gasto público y caída del ingreso nos lleva a los elementos clásicos de constricción macroeconómica en períodos de ajuste fiscal, a la devaluación, fenómeno que observamos a diario en el mercado de permuta que configura el actual régimen cambiario. En esa perspectiva es natural suponer que la fulana reconversión monetaria podría constituirse en otro fiasco devaluacionista de los que nos tiene acostumbrado el gobierno actual. Recordemos que cuando en febrero de 1999 cambiábamos 550 bolívares por dólar, unos pocos años después, entregamos cuatro veces a Cadivi por cada dólar, aunque por permuta entregamos ocho veces el cambio de 1999. ¿Cómo creer que no aprovecharían la reconversión para devaluar? Juzgue usted mismo, amigo lector, a la luz de la evidencia empírica acumulada en estos años.
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Alexander Guerrero E.
Economist, PhD (London)
alex102@movistar.net.ve
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