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domingo, 19 de agosto de 2007

Antonini habla español


Manuel Caballero //
El hombre del maletín confiesa ser un soldado ¿Del comandante en jefe?
Muchas cosas se le pueden reprochar a este señor Antonini que se dejó atrapar en Argentina con un maletín reventando de verdura imperial. Entre otras, que haya dado esa muestra de nuevorriquismo que es dejar un maletín de tan buen cuero y tan alta calidad en manos de los aduaneros. Porque dejarles los dólares sin chistar se comprende: al fin y al cabo, lo más seguro es que esos reales no fueran suyos, pero ¡un maletín tan caro!
Con todo, si algo no puede reprochársele a este señor es que hable mal la lengua que Dios y Nuestro Señor Miguel de Cervantes nos han dado por los siglos de los siglos, amén. El señor Antonini habla un correctísimo español, al punto de que al encontrarse en una situación harto comprometida, de esas que le aflojan a la gente todos los reflejos, haya escogido el español para expresar su susto, aunque estuviese pensando como es evidente en italiano.
Un susto o una suma
Creo que todo lo anterior merece una explicación, pues hasta ahora suena un poco críptico. Sucede que cuando una persona pasa un susto o debe resolver un problema aritmético su primer reflejo es expresarse en su lengua materna. Es así como después de vivir cuarenta años en Francia, un español tenderá a decir que "dos y dos son cuatro" como decimos en español y no que "deux and deux font quatre" como hacen los franceses: "son" y no "hacen".
De igual manera, cuando a un hispanohablante "de nación", le atizan una patada en la espinilla, no se le ocurriría decir como Cambronne en Waterloo: "¡Merde!"; ni tampoco enviaría como los gringos al infierno al pateador ("¡Go to Hell!"); ni le espetaría como un italiano: "¡vafancul!". No: estoy seguro de que en el cien por ciento de los casos le largará la más popular interjección españolas, que el más elemental respeto a mis lectoras me impide escribir aquí, pero puedo darles como pista que comienza por "c" y que entre las dos "oes" que le siguen lleva intercalada una no menos española "eñe".
Las manos en la verde masa
Bueno, se preguntarán mis desocupados lectores, ¿y qué tiene que ver toda esa cháchara linguisto-escatológica con el hombre del maletín? Es que sus declaraciones al ser atrapado en Buenos Aires con las manos en la verde masa, me han hecho recordar que lo primero que la policía pregunta a los muchachos que manifiestan por la libertad de expresión es "¿De dónde son tus padres?"; y si no son de Sabaneta le atizan un coscorrón. No quiero emplear el mismo asqueante expediente, sino todo lo contrario.
Aunque sea evidente por su apellido que tenga ascendencia italiana, el señor Antonini es no sólo tan venezolano como quien esto escribe (fruto de quince generaciones seguidas de barquisimetanos), sino que además refuerza esa condición empeñándose en hablar un español de una pureza llevada al extremo de traducir hasta el más conocido y comprensible de los términos extranjeros: lo imaginamos llamando "balompié" al fútbol, "estaca" al bate y "cuidador" al guachimán.
"Yo soy un soldado"
Así, al ser interrogado sobre cómo llegaron esos dólares a sus manos, y a quién se los traía, no les respondió como hubiese hecho cinco siglos atrás uno de esos orgullosos conquistadores nuestros :"¡Y a usted que cuernos le importa!". No: se limitó a decir que no podía responder a tal pregunta porque, añadió, "Yo soy un soldado".
Y aquí viene la explicación de todo lo anterior: de esa respuesta se puede colegir que el señor Antonini sabe muy bien de quién son esos reales, quién se los dio y a quién iban destinados. Pero la organización que lo empleó como correo tiene como regla de honor (y de vida, no hay que olvidarlo) la muy cortapezcuesos omertâ, la ley del silencio.
Esa organización tiene diversos nombres: Mafia, La Cosa Nostra, La N'Draghetta, y los gringos suelen llamarla a veces también The Mob, aunque sus puristas y los nuestros prefieran hablar en sus textos del "Crimen organizado". Más modernos, los colombianos prefieren darle el nombre que los barones del petróleo dieron in illo tempore a sus propias y muy legales organizaciones: "Cárteles".
Suelen llamarse también
Ahora bien, los "militantes de base" de esas organizaciones, y los mandos de inferior jerarquía suelen ser llamados (y llamarse) soldati, que en roman paladino quiere decir soldado. A eso se refería Antonini cuando largó aquella frase en Buenos Aires. Pero su orgullo de ser venezolano, de hablar una lengua tan hermosa y tan rica como la nuestra se impuso sobre los genes italianos por mucho que aquella otra no se le quede atrás con su Dante, con su Petrarca, con su Bocaccio. Tradujo entonces la palabra o la frase: quiso decir "Io sono un soldato", con la "te" antes de la "o" final, pero le salió lo que dijo.
Ahora bien, ese soldado lo es de una organización criminal, de una Mafia, pero es evidente que esta vez no se trata de una siciliana, ni una napolitana, ni una gringa, ni una colombiana, sino venezolana, muy criolla y vernácula. ¿Cómo se llama? Yo no lo sé, pero como solía decir José Vicente Rangel cuando andaba acusando a todos sus enemigos de ser corruptos sin presentar pruebas: "Yo soy periodista, no policía; no tengo entonces por qué probar nada".
Pero una cosa sí sé, podemos saber todos, porque está en los diccionarios. Como toda organización esa nuestra es jerárquica. Y a su cabeza está, como lo llaman los italianos, un capo. Los mismos dicccionarios dicen que capo traduce cabeza y los de sinónimos que esto es igual a jefe. Que el capo di tutti i capi es el jefe de todos los jefes. Como quien dice, el comandante en jefe.
hemeze@cantv.net

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