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lunes, 9 de julio de 2007

El Mundo de Chavez: Ni ancho ni ajeno

Por Maria Teresa Romero
Especial para el Diario El Universal

"El Presidente aisla cada vez más a Venezuela del mundo democrático"

Apenas van siete meses desde la reelección presidencial y el proyecto revolucionario de Hugo Chávez en el marco geopolítico mundial se ha reducido y desprestigiado en forma considerable. Justamente hace un año atrás, tras sus diez días de gira por Viena, Vaticano, Londres, Argel y Trípoli, el mandatario se ufanaba -y en parte no le faltaba razón- de tener una amplia y reconocida presencia internacional.

En efecto, si bien en ese periplo recibió manifestaciones de preocupación por su tradicional conducta desafiante, todavía mantenía buena cobertura mediática y fuertes apoyos de políticos y parlamentarios eu- ropeos. Eran los tiempos en que la prensa británica lo consideraba como "el nuevo Rey de Latinoamérica" y que los gobernantes de Brasil y Chile, en la IV Cumbre Unión Europea-América Latina celebrada en Viena, lo defendían y llamaban a no demonizarlo. En ese momento, el Gobierno de Estados Unidos prácticamente era el único que se atrevía a criticarlo sin cortapisas y a tomar medidas defensivas como la de imponerle a Venezuela el embargo de armas.

Hoy en día la situación es muy diferente. El gobierno de George W. Bush ya no se encuentra solo en sus alertas sobre el presidente Chávez y sus ejecutorías, ni en considerarlo como peligrosa amenaza a la seguridad occidental y factor de desestabilización democrático. Ahora se le han sumado la mayoría de países de la comunidad democrática internacional. Incluso, otrora fuertes aliados iberoamericanos como los gobiernos de España y Brasil, ahora arriesgan sus multimillonarios negocios e intereses comerciales con Venezuela y alzan sus voces en contra de los exabruptos presidenciales.

En la actualidad, sí se ve mejor desde afuera y se resiente la política bolivariana de compra de apoyos políticos, de conformación de alianzas especialmente con países forajidos, de confrontación antiimperialista, de intervención en asuntos internos en otras naciones, y de destrucción de instituciones y reglas de juego democráticas regionales e internacionales. También ahora los gobiernos y actores extranjeros se dedican a auscultar las verdaderas intenciones detrás de los intentos chavistas de reformar la Constitución venezolana y transformar los organismos internacionales como la ONU, la OEA, la CAN y el Mercosur en el marco de un nuevo modelo de integración revolucionaria latinoamericana y global.

Armas por integración
De allí que, antes de someterse a una posible amonestación de sus socios del Mercado del Sur en virtud de sus improperios al Parlamento brasileño y por sus actuaciones en contra de la libertad de expresión en Venezuela, Hugo Chávez haya preferido dejar, al menos por ahora, el eje Orinoco-Amazonas-Río de la Plata y probar mejor suerte con el eje más lejano pero políticamente más seguro, el que integran Caracas-La Habana-Teherán-Damasco- Minsk y tal vez Moscú. En consecuencia, el Presidente cambió armas por integración y voló a Rusia, Bielorrusia e Irán en busca de más poder militar y espiritual con el cual pueda sostener su cada vez más impopular radicalismo revolucionario.

Además de sellar jugosos contratos de venta de armamentos, petróleo y otros, no cabe duda que en su reciente gira nuestro mandatario encontró consuelo y ánimo para seguir en la dura senda del socialismo militarista y antidemocrático del siglo XXI. Así, mientras que el ultraconservador Mahmoud Ahmadinejad suscribía con la mano derecha 17 acuerdos de cooperación más con Venezuela, con la izquierda levantaba el brazo de su homólogo revolucionario deseando larga vida a la gloriosa alianza entre Venezuela e Irán y muerte a sus enemigos; es decir, a las naciones libres del mundo.

Por otra parte, a la par que el último dictador de Europa y admirador de Adolfo Hitler, Alexander Lukashenko, negociaba con el venezolano un sistema aéreo de defensa, le tendía generosamente la mano política comprometiéndose a luchar juntos como "buenos hijos del mismo parto de la historia".

Insuflado de nuevas energías revolucionarias, no es de sorprender que, apenas retornase al país, el presidente Chávez sentenciara el escalofriante ultimátum a sus amigos del Mercosur: si no aprueban la adhesión venezolana en los próximos tres meses, él (no los venezolanos) desistirá de la idea de ingresar al mecanismo por el cual tanto luchó para entrar y que es considerado, cabe recordar, un instrumento clave para el avance de la integración latinoamericana en el marco de un bloque revolucionario y regional de poder (propuesta de su asesor mexicano alemán Heinz Dieterich).

Sin alianzas preferenciales
No obstante, el gobierno realmente clave para su nuevo juego geoestratégico mundial, el de Vladimir Putin, lo recibió con cautela y desconfianza. Los submarinos y otras armas van pero nada de alianzas políticas preferenciales. No por azar el partido de Putin en la Duma bloqueó la posibilidad de que el presidente venezolano diera un discurso desde el hemiciclo. Sus añoranzas por el regreso de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas tuvo que lanzarlas, entonces, desde una rueda de prensa. Al presidente ruso, fuertemente cuestionado por sus veleidades autoritarias y sus violaciones a la libertad de expresión y cuya principal meta de política internacional es convertirse en contrapeso real (pero serio) del poder y de la política exterior de Estados Unidos en Europa y Medio Oriente, no le conviene las juntas demasiado estrechas con un caudillo latinoamericano díscolo y desprestigiado que, además, juega con fuego al abrirle la puerta latinoamericana al Gobierno de Teherán.

Es lógica la precaución del enigmático ex director de la KGB, aun más después de mostrar Chávez interés en poseer tecnología nuclear y la teocracia iraní con disposición a otorgársela. Porque, si bien ahora parece una hipótesis lejana, ¿acaso no sería posible que instalado a sus anchas en Venezuela, el fanático mandatario iraní se dispusiera no sólo a enriquecer uranio en tierras bolivarianas sino desde sus costar caribeñas atacar al odiado enemigo imperial?

Del venezolano, pues, al ex comunista ruso sólo le interesan los negocios productivos y asustar un poco a los EEUU y demás miembros de la OTAN.

De ahí que en el encuentro Bush-Putin, que tuvo lugar justo al terminar de desembarazarse el presidente ruso de los incómodos elogios públicos de Hugo Chávez, el primer acuerdo logrado haya sido precisamente el de enfrentar conjuntamente el plan nuclear de Irán. Y ello pese a los considerables nexos económicos entre Moscú y Teherán. De tal forma, al presidente venezolano no le quedó otra que conformarse con las alianzas antiimperialistas selladas con hermanos revolucionarios menores en la escala de poder mundial, Irán y Bielorrusia.

Bush y Putin, entre tanto, si bien no lograron en la llamada "Cumbre de la Langosta" ponerse de acuerdo en torno al controversial sistema misilístico de defensa que Estados Unidos quiere situar en la República Checa y en Polonia, sin embargo bajaron las tensiones entre ellos y reestablecieron el diálogo sereno que nunca han debido permitir que decayera entre dos países con tan considerable poder mundial.

El mundo de Chávez se achica. En la inmensa aldea global, sólo le queda cerrar filas con los gobiernos tildados de forajidos, radicales y dictadores. En el mundo democrático está cada vez más aislado.

¿Y los venezolanos qué?
A todas estas, a quienes más afecta el aislamiento y radicalización internacional del chavismo es a la mayoría de los venezolanos que, como no cesan de mostrar las encuestas, lo que deseamos es paz y entendimiento nacional e internacional para poder trabajar y lograr un mejor nivel de vida.

Recordatorio: A principios del siglo XX otro mandatario venezolano terco y audaz también se metió por ese camino empedrado y terminó cercado. Su súbita muerte política no le vino, por cierto, a causa de un magnicidio perpetuado por el imperialismo yanqui que en esos tiempos sí empleaba el garrote, sino por el lado más inesperado, el de la traición de su propio compadre militar.

Los venezolanos de entonces tuvieron que esperar 35 años para poder ver algo de luz democrática.

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